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5.8
20,412
Ciencia ficción. Acción
En un futuro no muy lejano el boxeo es robótico: en los combates ya no se enfrentan seres humanos, sino robots humanoides, sofisticadas máquinas diseñadas para luchar. Charlie Kenton, un antiguo púgil que casi llegó a alcanzar la gloria, está pasando una mala racha como promotor de combates. Un día, encuentra un viejo robot desechado y, al comprobar que es un gran boxeador, decide entrenarlo. (FILMAFFINITY)
3 de octubre de 2016
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante toda la historia de la humanidad, los medios de los líderes mundiales para manipular a las masas han sido muy rudimentarios. No he hecho ningún estudio pormenorizado sobre la propaganda anterior al siglo XX, pero un rápido vistazo a la Wikipedia basta para realizar que hasta la WWI no se sistematiza el uso de la información. Se asocia el uso de la propaganda principalmente a Joseph Goebbles, cuyo uso de todos los medios posibles habidos y por haber para manipular a los alemanes durante el régimen nazi se estudia aún en las escuelas, pero antes que a Goebbles, se considera a Edward Bernays – sobrino de Sigmund Freud – el inventor de la propaganda tal y como la conocemos hoy en día. Probablemente sea el cine, inventado precisamente en los primeros años del siglo XX (época en la que vivió Bernays), el medio mediante el cual se ha aprovechado para emitir más mensajes propagandísticos.
Tras la invención del sonoro, a lo largo de aproximadamente 50 años, algunos autores brillantes explotan las cualidades del medio con películas como M o Ciudadano Kane y como es lógico, desde Hollywood se aprovecha las tremendas oportunidades que ofrece el cine para manipular a conveniencia a los espectadores. ¿Pero casa esto con una visión personal y artística del cine?. Esto no es excluyente con la propaganda, pero si que son dos conceptos que a priori pueden chocar: para que el autor ofrezca su obra al público como una idea propia (es decir, como arte), no puede adaptarse a una historia cuya razón de ser es influir de una forma particularmente determinada en el número más amplio posible de espectadores. No es excluyente porque hay ejemplos evidentes de que una película con tintes propagandísticos puede tener un enorme valor artístico: la filmografía de Frank Capra es un buen ejemplo de ello; el cine es, al fin y al cabo, manipulación, lo que cambia es si esta se hace bien o se hace mal. Ha habido películas peores que Que bello es vivir destinadas a la propaganda más exacrbada que sencillamente no han pasado a la historia, pero hablamos de una época en la que cuesta trabajo realizar una película con un fin determinado: los guionistas deben rascarse la cabeza para lograr obtener una narración lo suficientemente buena que permita identificarse con el protagonista al target al que va dirigido la película, y a la vez no había la tremenda cantidad de efectos especiales que hoy en día tenemos al alcance.
Tras la revolución cinematográfica de los 70 (simple apéndice de la revolución hippie, que cambió la sociedad al completo) surgen nuevas medios que en un principio beben del cine, que pasan a ser influencias del mismo: videojuegos, videoclips… Así, el cine de hoy en día está tan alejado del cine anterior a 1975 como el sonoro está alejado del mudo, con lo que resulta necesario establecer un canon estilístico acorde a los tiempos actuales. Para ello, se cuentan con nuevos medios: la cantidad de escenarios que se pueden recrear mediante los fx de una forma hiperrealista posibilita cualquier historia, se puede recrear prácticamente lo que queramos. Además, y esto es clave, vivimos en la época del Big Data. Se dispone de una cantidad gigantesca de información referente a todo. Es muchísima más información que la que se disponía hace 30 ó 40 años. En términos propagandísticos, la ventaja de esto es evidente: los publicistas conocen al dedillo las ambiciones y las rutinas de una persona estándar, y a partir de la ingente cantidad de datos que manejan, pueden crear una historia con un target amplísimo. El resultado es que las películas tienden a ser clónicas. Basta con realizar una pequeña modificación de guión que afecte a la forma pero no al fondo de la película para fabricar un nuevo producto; y no hay límites en las posibles e infinitas modificaciones de estas historias, porque sea cual sea el mundo y el contexto deseado, se podrá recrear. Así, el espectador avezado puede distinguir en cada película cuando viene la escena lacrimógena, cuando viene el plano-contraplano con diálogo sobre la necesidad de luchar por tus sueños, cuando viene la escena cómica para quitarle hierro al asunto… como si existiese una enorme fábrica de montaje en la que se construyesen sin descanso todas estas cintas
(sigue en el spoiler sin desvelar detalles de la trama)
Tras la invención del sonoro, a lo largo de aproximadamente 50 años, algunos autores brillantes explotan las cualidades del medio con películas como M o Ciudadano Kane y como es lógico, desde Hollywood se aprovecha las tremendas oportunidades que ofrece el cine para manipular a conveniencia a los espectadores. ¿Pero casa esto con una visión personal y artística del cine?. Esto no es excluyente con la propaganda, pero si que son dos conceptos que a priori pueden chocar: para que el autor ofrezca su obra al público como una idea propia (es decir, como arte), no puede adaptarse a una historia cuya razón de ser es influir de una forma particularmente determinada en el número más amplio posible de espectadores. No es excluyente porque hay ejemplos evidentes de que una película con tintes propagandísticos puede tener un enorme valor artístico: la filmografía de Frank Capra es un buen ejemplo de ello; el cine es, al fin y al cabo, manipulación, lo que cambia es si esta se hace bien o se hace mal. Ha habido películas peores que Que bello es vivir destinadas a la propaganda más exacrbada que sencillamente no han pasado a la historia, pero hablamos de una época en la que cuesta trabajo realizar una película con un fin determinado: los guionistas deben rascarse la cabeza para lograr obtener una narración lo suficientemente buena que permita identificarse con el protagonista al target al que va dirigido la película, y a la vez no había la tremenda cantidad de efectos especiales que hoy en día tenemos al alcance.
Tras la revolución cinematográfica de los 70 (simple apéndice de la revolución hippie, que cambió la sociedad al completo) surgen nuevas medios que en un principio beben del cine, que pasan a ser influencias del mismo: videojuegos, videoclips… Así, el cine de hoy en día está tan alejado del cine anterior a 1975 como el sonoro está alejado del mudo, con lo que resulta necesario establecer un canon estilístico acorde a los tiempos actuales. Para ello, se cuentan con nuevos medios: la cantidad de escenarios que se pueden recrear mediante los fx de una forma hiperrealista posibilita cualquier historia, se puede recrear prácticamente lo que queramos. Además, y esto es clave, vivimos en la época del Big Data. Se dispone de una cantidad gigantesca de información referente a todo. Es muchísima más información que la que se disponía hace 30 ó 40 años. En términos propagandísticos, la ventaja de esto es evidente: los publicistas conocen al dedillo las ambiciones y las rutinas de una persona estándar, y a partir de la ingente cantidad de datos que manejan, pueden crear una historia con un target amplísimo. El resultado es que las películas tienden a ser clónicas. Basta con realizar una pequeña modificación de guión que afecte a la forma pero no al fondo de la película para fabricar un nuevo producto; y no hay límites en las posibles e infinitas modificaciones de estas historias, porque sea cual sea el mundo y el contexto deseado, se podrá recrear. Así, el espectador avezado puede distinguir en cada película cuando viene la escena lacrimógena, cuando viene el plano-contraplano con diálogo sobre la necesidad de luchar por tus sueños, cuando viene la escena cómica para quitarle hierro al asunto… como si existiese una enorme fábrica de montaje en la que se construyesen sin descanso todas estas cintas
(sigue en el spoiler sin desvelar detalles de la trama)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Acero puro es una película exactamente igual que otras cincuenta mil películas del estilo. Cambian algunos detalles sin importancia, pero el concepto de fondo siempre es el mismo. La cantidad de clichés y personajes prefabricados que tiene es tan abrumadora que parece una película realizada por una máquina, ajustándole los parámetros para que vomite un producto con la cantidad justa de escenas lacrimógenas y la cantidad justa de escenas cómicas. No hay alma. La base de la película es muy similar a la de Rocky, modificando aspectos a conveniencia (sustituimos amor chico-chica a amor hijo-padre), pero Acero puro coge la esencia de Rocky (que mejor o peor, es una película sencilla pero emocionante) y al mismo guión previamente desnaturalizado le añada miles de capas de fx como único método de diferenciación sobre las demás películas. Esto es, un gran y gigantesco envoltorio, que tras él esconde unos valores que intentan meter, a martillazos, en las cabezas de la gente. Los grandes problemas de estas obras de ingeniería propagandísticas es que al no cimentarse en un guión sólido y genuino, si no en copias con detalles ínfimos del mismo guión una y otra vez, se dejan aspectos importantes de la película en manos de retoques a los que no se les dado excesiva importancia. Es decir, la coherencia interna de la película se resiente profundamente. Así, un niño pequeño consigue controlar a su robot mediante control de voz mientras sus rivales, con mucho más presupuesto y conocimientos, lo siguen manejando con un joystick; esto es tomado como “válido” porque pese a que debería de ser el tipo de inconsistencia de guión a evitar, en estas películas no tiene demasiada importancia: es mucho más importante subrayar el machacón mensaje que la coherencia interna, que debería ser el objetivo número uno de cualquier película.
La sociedad actual está sometida a una cantidad de estímulos a los que ninguna otra sociedad ha sido sometida. La televisión es un invento capital en la historia de la humanidad y que además, potencia hasta límites inimaginables el uso de la propaganda: los que controlen las emisiones de la televisión, podrán decidir a su antojo los contenidos emitidos en ella. Las series y las películas emitidas en TV y constantemente vistas por una persona pueden modificar la visión del mundo que tiene esta persona. Si un individuo está permanentemente influenciado por una visión distorsionada o modificada de la realidad nunca se planteará si esa visión no es la correcta. Un ciudadano de Corea del Norte no puede concebir que en Corea del Sur la mayoría de habitantes tengan un coche, sencillamente para ellos es mentira y ya está. Películas clónicas como esta son las obras que nos meten con calzador constantemente, cabe suponer que con algún motivo. Más allá de preguntarse si una vez asimilado el “no te rindas nunca” y el “pelea hasta el final”, Acero puro intenta mandar algún mensaje más complejo, habría que pensar porqué desde la industria se nos bombardea con obras clónicas.
Acero Puro no parece una obra a la que dedicar una reflexión tan profunda, pero precisamente su homogeneidad respecto al resto de películas con las que nos inundan los mass media da pie a pensar en lo necesarias que son las obras en las que sus autores no están sujetos a mensajes que emitir, a mentes a las que manipular, si no que ellos, simplemente, dan forma a lo que tienen en su mente.
La sociedad actual está sometida a una cantidad de estímulos a los que ninguna otra sociedad ha sido sometida. La televisión es un invento capital en la historia de la humanidad y que además, potencia hasta límites inimaginables el uso de la propaganda: los que controlen las emisiones de la televisión, podrán decidir a su antojo los contenidos emitidos en ella. Las series y las películas emitidas en TV y constantemente vistas por una persona pueden modificar la visión del mundo que tiene esta persona. Si un individuo está permanentemente influenciado por una visión distorsionada o modificada de la realidad nunca se planteará si esa visión no es la correcta. Un ciudadano de Corea del Norte no puede concebir que en Corea del Sur la mayoría de habitantes tengan un coche, sencillamente para ellos es mentira y ya está. Películas clónicas como esta son las obras que nos meten con calzador constantemente, cabe suponer que con algún motivo. Más allá de preguntarse si una vez asimilado el “no te rindas nunca” y el “pelea hasta el final”, Acero puro intenta mandar algún mensaje más complejo, habría que pensar porqué desde la industria se nos bombardea con obras clónicas.
Acero Puro no parece una obra a la que dedicar una reflexión tan profunda, pero precisamente su homogeneidad respecto al resto de películas con las que nos inundan los mass media da pie a pensar en lo necesarias que son las obras en las que sus autores no están sujetos a mensajes que emitir, a mentes a las que manipular, si no que ellos, simplemente, dan forma a lo que tienen en su mente.