Haz click aquí para copiar la URL
España España · Valencia
Voto de Carorpar:
8
Drama Este clásico del cine mudo fue el primer film que explotó el movimiento de cámara. Narra cómo el portero de un lujoso hotel, un anciano orgulloso de su trabajo y respetado por todos, es bruscamente degradado a mozo de los lavabos. Privado de su antiguo trabajo y del uniforme que le identifica, intenta ocultar su nueva condición, pero su vida se va desintegrando lentamente. (FILMAFFINITY)
15 de abril de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada vez que veo un film de Murnau me pregunto hasta dónde habría podido llegar su carrera de no haber sufrido el fatal accidente de tráfico en el que perdió la vida a los 42 años. Porque “El último”, de la que no tenía noticia en absoluto hasta que mi padre, cinéfilo a carta cabal, me la señalara hace un par de días, es sencillamente una maravilla.
Perezosamente etiquetada de expresionista, la categoría —como siempre que hablamos de genios de la talla de Murnau— se le queda pequeña. Sí son propios del expresionismo los abruptos claroscuros y algunas telas pintadas; no obstante, la historia y la extracción social de sus personajes tiene bastante de neorrealismo “Avant la lettre”. Ello sin perder de vista la generosa dotación de fondos a cargo de la UFA y, sobre todo, el sobrevenido “happy ending”, no muy coherente con el tono general de la película y respecto al cual el propio Murnau advierte que la vida no suele conceder segundas oportunidades, como disculpándose y a su vez poniendo de relieve la magia del cine. Formalmente “El último” es de una modernidad asombrosa. Los atrevidos movimientos de cámara, con travellings vertiginosos y planos subjetivos, tienen el mérito añadido de la tempranísima fecha de su rodaje, 1924, cuando lo normal por entonces es que estuviera fija en un punto, o a lo sumo hiciese sencillos barridos y seguimientos. La de la “cámara desencadenada” fue una de las muchas ocurrencias de Karl Freund para esta cinta, consistiendo, precisa y gloriosamente, en liberarla del trípode y colgársela del pecho.
Con todo y resultar —ya lo ven— radicalmente innovadora, se trata al mismo tiempo de un ejemplo muy ilustrativo del talento narrativo de los realizadores y los intérpretes de la época muda, pues sin apenas texto —de hecho, no hay intertítulos; si acaso la carta de despido y un periódico—, se nos cuenta una historia compleja y profundamente conmovedora. A esto último contribuye el superlativo trabajo de Emil Jannings, número uno del cine alemán de entonces —no en vano, sus honorarios consumieron más de la mitad del presupuesto y el citado, discutible epílogo respondió, en gran medida, a una demanda suya—. A los cuarenta años compone un entrañable anciano, dinosaurio austrohúngaro que hubiera hecho las delicias de un Berlanga, con sus patillas y esa librea con los entorchados de un mariscal. La combinación de vanidad y desamparo, la bondad intrínseca del personaje pese a sus mundanas debilidades, hacen de él una figura dolorosamente humana.
Carorpar
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow