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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
6
Intriga. Thriller Años atrás, los hermanos Justin y Aaron lograron escapar de la secta donde se habían criado. Ahora, malviven en un apartamento de Los Ángeles, hasta que un día reciben una cinta de vídeo de aquella secta, y a Aaron le entran las dudas de si deberían volver al campamento del que huyeron. (FILMAFFINITY)
25 de julio de 2018
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Definitivamente, el terror “indie” es terreno abonado para los tándems creativos. A dúos como los que forman Patrick Brice y Mark Duplass, responsables de las dos entregas —hasta la fecha— de la saga “Creep” (ídem, 2014 y 2017), o Jeremy Gillespie y Steven Konstanski, autores del desfase carpenteriano “The Void” (El vacío, 2016), se vienen a sumar —si bien esto último no es del todo cierto, pues en su haber ya figuraban “Resolution” (Resolución, 2012) y “Spring” (ídem, 2014)— Justin Benson y Aaron Moorhead con esta estupenda apología del bricolaje cinematográfico que supone “The Endless”.
Porque con mimbres modestísimos logran urdir una obra muy digna, incluso brillante por momentos, probando así que el talento no entiende de manirrotos dispendios presupuestarios. Antes al contrario, el sencillo —espartano, casi cartujo— diseño de producción contribuye a la atmósfera de irrealidad que envuelve ese “Campamento Arcadia” escenario de la historia y del que, en guiño primero buñueliano y después en la línea del horror cósmico lovecraftiano, parece no haber manera de salir. En efecto, la explicación basada en la existencia de bucles espacio-temporales sazona la película con un sugerente pellizco de ciencia-ficción, expuesto además con suma corrección, eludiendo incoherencias que pudieran devaluar las bondades de la, insisto que interesantísima, propuesta. Tampoco falta el componente humorístico, siempre refrescante. Aquí adopta la saludable forma del vacile entre hermanos, amigos, meros conocidos o extravagantes fulanos salidos de no se sabe bien dónde —bueno, sí: de su bucle respectivo—.
Benson y Moorhead llevan su condición de factótums hasta sus últimas consecuencias protagonizando la película que ellos mismos han escrito, dirigido y fotografiado. Contra todo pronóstico —esta sociedad nuestra de profesiones súper especializadas ha acabado por tornar sospechoso a quien sepa hacer más de una cosa—, sus interpretaciones no chirrían demasiado; lo cierto es que su trabajo no es peor que el de algunos de sus compañeros de reparto, los cuales, me figuro, sí se ganarán la vida como actores.
En fin, sólo por haber hecho realidad el sueño de tantos —rodar una película con tus colegas; en su caso ya llevan tres, y unos cuantos cortos también—, este par de cineastas sin complejos, ni dinero, ni maldita la falta que les hace, merecen que se les siga la pista muy de cerca.
Carorpar
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