Con los viejos maestros suele suceder que los años les dejan un poso de sabiduría, una familiaridad con los códigos del género de su especialidad, que les permiten salir airosos incluso en sus días menos inspirados.
Tal es el caso de esta “Basada en hechos reales”, que no se cuenta precisamente entre las cumbres de Roman Polanski, ni siquiera entre sus cintas de calidad mediana; no obstante lo cual, se trata de una obra de indudable interés, pues ya se sabe que lo peor de Polanski es mejor que lo mejor de la mayoría, más aún en estos líquidos tiempos nuestros, pródigos en memeces amaneradas.
“Basada en hechos reales” arranca algo hipotensa, pero cobra brío conforme se desarrolla la sórdida historia de personalidad disociada, vampirismo (mutuo) y (cripto) lesbianismo reprimido, hasta un último tercio donde el talento de Polanski para asfixiar a personajes y espectadores con atmósferas absolutamente malsanas se manifiesta en todo su esplendor de cuento gótico y evidentes reminiscencias hitchcockianas.
Del mismo modo que en su anterior trabajo, “La Venus de las pieles” (“La vénus a la fourrure”, 2013), Polanski fía buena parte de las posibilidades de la película al saber hacer del dúo protagonista. Así, la feroz dominatrix magistralmente encarnada por Emmanuelle Seigner en aquélla se vuelve aquí sumisa mujer de mediana edad, pasivo-agresiva y aquejada del síndrome del nido vacío, de la página en blanco y hasta el de la clase turista, si me apuran.
A los mandos de la disfuncional relación encontramos a una maravillosa Eva Green. Comodísima, como siempre, en el rol de “femme fatale”, cada una de sus mefistofélicas apariciones bajo el dintel de la doliente Seigner nos los pone, literalmente, de corbata.