Operación Koh-I-Noor es una golosina. No es cine de autor, no contiene mensaje, no hay actuaciones prodigiosas... Como las golosinas, es para gente muy joven o para la que aún alberga algo de ese joven que un día fue.

La sinopsis se queda un poco corta. El fenómeno, de físico digital imponente (no parece de verdad) y sin pasado, aparece de la nada con un pedrusco de muchos-mil quilates que ha robado en Londres. Esto le convierte en la diana de muchos-mil esbirros que van pidiendo la vez para ser despachados a tortas y a tiros. Así hasta que termina la partida liquidando al gran capo. Si contara que ocurre algo más que esto, me lo estaría inventando.

Hay una chica, hindú, morena, que conquista nuestro favor y que se la adhieren al fenómeno para hacérnoslo más digerible y para, a diferencia de una de Chuck Norris, salpicar de abundantes chispas de humor la acción trepidante. Sale bastante más tapadita que en la tramposa foto de la carátula y hace más apetecible la golosina.

Si la comparamos con una de James Bond, ninguna secuencia resulta elegante, no hay ni rastro de sofisticación, los personajes son de barrio y las peleas cuerpo a cuerpo, en plan coreano, son constantes. Pero, por el resto, hay lo mismo y yo creo que hasta multiplicado. Persecuciones, saltos al vacío, motos, lanchas, aviones, coches estrellándose, explosiones… No falta de nada. Frenética. Todo muy bien rodado y con una fotografía de anuncio, de vivos colores y muy luminosa. Un espectáculo.

Así que, bien, no es comida sana, pero si no te perjudican las golosinas, puedes probar a ver si te gusta esta.