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Voto de Nostradamus:
6

Voto de Nostradamus:
6
7.0
86,110
Fantástico. Aventuras. Acción
Precuela de la trilogía "El Señor de los Anillos", obra de J.R.R. Tolkien. En compañía del mago Gandalf y de trece enanos, el hobbit Bilbo Bolsón emprende un viaje a través del país de los elfos y los bosques de los trolls, desde las mazmorras de los orcos hasta la Montaña Solitaria, donde el dragón Smaug esconde el tesoro de los Enanos. Finalmente, en las profundidades de la Tierra, encuentra el Anillo Único, hipnótico objeto que será ... [+]
26 de diciembre de 2012
26 de diciembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más cerca a la épica cinematográfica de su anterior trilogía que al infantil libro de Tolkien, Peter Jackson nos vuelve a sumergir en su taquillera visión de la Tierra Media con la evidente aspiración de superar sus propias marcas (incluidas ganancias, por supuesto). Para lograrlo, entendió que debía dotar a la historia original con nuevos (y muchos) elementos que la hicieran articulable -a su criterio y asumiendo el riesgo- con la saga que lo catapultara a la fama y la riqueza. Más aún de lo que había tenido que hacer el propio autor con su modesto Hobbit, cuando concluyó con la epopeya del anillo a mediados de los años 50.
Esta nueva primera parte de otra trilogía (malpensados los que vean una maniobra comercial detrás), inspirada en un trabajo mucho menos sombrío, que no llega a cubrir el tercio de hojas de su secuela (me refiero a El Señor de los Anillos), aunque con aspiraciones de impactar en pantalla grande y en las boleterías tanto como esta, se nos presenta recargada de secuencias, licencias y detalles que bien pueden causar el beneplácito de los fanáticos de los anteriores filmes (no así de los ortodoxos de los libros, que no es lo mismo), tanto como el tedio de los no iniciados. Incluso el Gollum goza de tantas líneas y gestos como en la totalidad de sus anteriores apariciones.
Así es como la impecable factura técnica de la cinta, a la altura de sus predecesoras, se ve ensombrecida por la cadencia de algunos tramos que parecieran injertados para el deleite de los seguidores a ultranza de la versión del neocelandés (no de los ortodoxos de Tolkien, insisto) y para dotar al conjunto de un volumen que justifique su realización en tres partes, cosa que también se podría haber logrado sin necesidad de restar ritmo a la trama y abusar de la paciencia de los espectadores neutrales. He aquí donde reside su principal falencia.
En lo personal, y a juzgar por el calambre en los glúteos que me llevé en este tramo del viaje, espero que las próximas entregas de la serie me dejen piernas (mejor dicho, asentaderas) para aguantar hasta el final del recorrido.
Esta nueva primera parte de otra trilogía (malpensados los que vean una maniobra comercial detrás), inspirada en un trabajo mucho menos sombrío, que no llega a cubrir el tercio de hojas de su secuela (me refiero a El Señor de los Anillos), aunque con aspiraciones de impactar en pantalla grande y en las boleterías tanto como esta, se nos presenta recargada de secuencias, licencias y detalles que bien pueden causar el beneplácito de los fanáticos de los anteriores filmes (no así de los ortodoxos de los libros, que no es lo mismo), tanto como el tedio de los no iniciados. Incluso el Gollum goza de tantas líneas y gestos como en la totalidad de sus anteriores apariciones.
Así es como la impecable factura técnica de la cinta, a la altura de sus predecesoras, se ve ensombrecida por la cadencia de algunos tramos que parecieran injertados para el deleite de los seguidores a ultranza de la versión del neocelandés (no de los ortodoxos de Tolkien, insisto) y para dotar al conjunto de un volumen que justifique su realización en tres partes, cosa que también se podría haber logrado sin necesidad de restar ritmo a la trama y abusar de la paciencia de los espectadores neutrales. He aquí donde reside su principal falencia.
En lo personal, y a juzgar por el calambre en los glúteos que me llevé en este tramo del viaje, espero que las próximas entregas de la serie me dejen piernas (mejor dicho, asentaderas) para aguantar hasta el final del recorrido.