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Voto de CBHCBH:
10
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10
7.6
60,338
Comedia. Drama. Romance
Hollywood, 1927. George Valentin es una gran estrella del cine mudo a quien la vida le sonríe. Pero con la llegada del cine sonoro, su carrera corre peligro de quedar sepultada en el olvido. Por su parte, la joven actriz Peppy Miller, que empezó como extra al lado de Valentin, se convierte en una estrella del cine sonoro.
13 de febrero de 2012
13 de febrero de 2012
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso que en plena efervescencia del cine entendido como espectáculo total, de luz, sonido y fuegos de artificio, haya tenido que aparecer un director francés desconocido rodando en blanco y negro y de forma silente para hacer una de las mejores películas de los últimos veinte años.
Antes de hacer cualquier apreciación acerca de la película sería conveniente tratar uno de los puntos más manidos por la crítica especializada y por el público en general: la cuestionable necesidad de filmar sin sonido y sin color en una época en que todas las limitaciones técnicas que llevaron a realizar películas de ese modo están superadas. La respuesta a esta pregunta entronca directamente con la doble interpretación que existiría a la hora de explicar el sentido de la creación artística: una sería la justificación necesaria, al hablar de libertad creativa absoluta estaríamos ante la segunda interpretación. Esta última sería la teoría total, globalizante y, por tanto, superadora de la primera. No creo que haya duda entonces acerca de la oportunidad y justificación de esta obra.
Es cierto que la película no aporta nada a la historia del cine en cuanto a narrativa, técnica o, incluso, creatividad artística, sin embargo, el resultado de la magnífica dirección de Hazanavicius consigue que todos esos elementos se fundan en una amalgama cohesionada que traspasa la barrera de lo convencional. El cine dentro del cine; los diferentes registros de los actores en cada una de esas dos realidades que presenta la película; movimientos de cámara (como el travelling del policía y el perro o el plano oblicuo expresionista deudor de Ford y Wells en la escena de los muebles) generadores de un incremento en la intensidad dramática; los insertos de escenas cómicas de gran contendido visual como compensación por la falta de sonido, cuya cumbre es la escena de la chaqueta; la utilización del perro como un elemento argumental de importancia; la eliminación de la música en la escena de la salvación; el tema de la caída de los ídolos… Todo ello, ensamblado de forma magistral, hace que el resultado final sea un espléndido collage de sensaciones.
Antes de hacer cualquier apreciación acerca de la película sería conveniente tratar uno de los puntos más manidos por la crítica especializada y por el público en general: la cuestionable necesidad de filmar sin sonido y sin color en una época en que todas las limitaciones técnicas que llevaron a realizar películas de ese modo están superadas. La respuesta a esta pregunta entronca directamente con la doble interpretación que existiría a la hora de explicar el sentido de la creación artística: una sería la justificación necesaria, al hablar de libertad creativa absoluta estaríamos ante la segunda interpretación. Esta última sería la teoría total, globalizante y, por tanto, superadora de la primera. No creo que haya duda entonces acerca de la oportunidad y justificación de esta obra.
Es cierto que la película no aporta nada a la historia del cine en cuanto a narrativa, técnica o, incluso, creatividad artística, sin embargo, el resultado de la magnífica dirección de Hazanavicius consigue que todos esos elementos se fundan en una amalgama cohesionada que traspasa la barrera de lo convencional. El cine dentro del cine; los diferentes registros de los actores en cada una de esas dos realidades que presenta la película; movimientos de cámara (como el travelling del policía y el perro o el plano oblicuo expresionista deudor de Ford y Wells en la escena de los muebles) generadores de un incremento en la intensidad dramática; los insertos de escenas cómicas de gran contendido visual como compensación por la falta de sonido, cuya cumbre es la escena de la chaqueta; la utilización del perro como un elemento argumental de importancia; la eliminación de la música en la escena de la salvación; el tema de la caída de los ídolos… Todo ello, ensamblado de forma magistral, hace que el resultado final sea un espléndido collage de sensaciones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
A pesar de que no creo necesaria una justificación para rodar de este modo, si es cierto que la película utiliza su apariencia formal como una gran metáfora del inmovilismo del personaje. El sueño del protagonista, a modo de pincelada, y el final, suponen la liberación, la catarsis, un auténtico canto a la vida.
Para terminar, quería subrayar un hecho que demuestra que el mecanismo de la demanda hacia un producto depende de muchas más cosas que de la mera creación de un público objetivo por parte del mercado. Es cierto que, en principio, la propia naturaleza formal de la película hubiese supuesto un óbice a la hora de atraer al público generalista. Es decir, en condiciones normales hubiese estado destinada al fracaso. Sin embargo, ese problema de partida, al ser tan extremo y radical en su concepción, sufre una metamorfosis total y se transforma, de la noche a la mañana, en una llamada de atención, en un chispazo en forma de curiosidad por lo anacrónico de su envoltura.
Curiosamente, el hecho de que su formalismo estético esté impregnado de arcaísmos cinematográficos es lo que convierte a esta película en algo tan especial. Nos muestra que el camino para llegar a las más altas cimas de la creación artística no tiene por qué ir en paralelo a la evolución del lenguaje narrativo a través de los tiempos y, mucho menos, como es el caso, en paralelo a la evolución de los recursos técnicos generadores de evolucionadas formas de plasmar el contenido.
Para terminar, quería subrayar un hecho que demuestra que el mecanismo de la demanda hacia un producto depende de muchas más cosas que de la mera creación de un público objetivo por parte del mercado. Es cierto que, en principio, la propia naturaleza formal de la película hubiese supuesto un óbice a la hora de atraer al público generalista. Es decir, en condiciones normales hubiese estado destinada al fracaso. Sin embargo, ese problema de partida, al ser tan extremo y radical en su concepción, sufre una metamorfosis total y se transforma, de la noche a la mañana, en una llamada de atención, en un chispazo en forma de curiosidad por lo anacrónico de su envoltura.
Curiosamente, el hecho de que su formalismo estético esté impregnado de arcaísmos cinematográficos es lo que convierte a esta película en algo tan especial. Nos muestra que el camino para llegar a las más altas cimas de la creación artística no tiene por qué ir en paralelo a la evolución del lenguaje narrativo a través de los tiempos y, mucho menos, como es el caso, en paralelo a la evolución de los recursos técnicos generadores de evolucionadas formas de plasmar el contenido.