Una vez más, el maravilloso uso del 3D y la magistral interpretación de sus protagonistas principales salvan una obra que prometía ser una de las grandes producciones del año y que acaba siendo una película sosa, insustancial y excesivamente lenta; entrañable, sí, pero tan lenta que acaba por ser tremendamente aburrida, algo inexplicable para una producción del gran Martin Scorsese.

No es que la película esté poco lograda ni mucho menos; el film de Scorsese presenta una trama y un guión envidiables, por no hablar de una maravillosa historia de la recuperación de los orígenes del cine en sí mismo de la mano de un director aparentemente olvidado. A pesar de todo, echamos demasiado de menos “algo” que nos mantenga enganchados a la película los 125 minutos de su duración.

En varios tramos parece que el film de Scorsese no avanza, que pasa el tiempo y no ocurre nada: no hay acción (es lógico), la “supuesta” aventura que van a correr nuestros jóvenes protagonistas parece que nunca comienza, tampoco estamos ante un drama propiamente dicho… le falta esa chispa que haga que todo espectador se sienta identificado y se entretenga con el film además de saber que está viendo una buena película.

En lo que respecta a los demás aspectos, la película es muy destacable: perfecta recreación de una estación de tren del París de los años 30, muy buena ambientación y un gran uso del 3D completan una producción no decepcionante, pero si incompleta, por decirlo de alguna manera, y en la que encontramos mucha calidad cinematográfica, pero poca calidad comercial en cuanto a entretenimiento se refiere.