Vivimos una época en que continuamente se están recuperando filmaciones de los primeros años de la historia del cine y ello hace que pierdan sentido algunas afirmaciones del tipo "la película más antigua en la que se cuenta una historia", "la película más antigua de animación", "la película más antigua en que se combina lo animado y lo real" y otras por el estilo.

El cortometraje de J. Stuart Blackton reclama su candidatura a alguno de esos títulos pero lo que importa al espectador actual no es esa anécdota de primacía temporal sino, sobre todo, su valor por su innegable capacidad narrativa.

Y porque, en cualquier caso, nos hallamos ante un auténtico referente histórico..