Como un intenso ejercicio de introspección por parte de los protagonistas, la mano de I. Bergman presenta una propuesta en la que, utilizando el recurso de una larga conversación mantenida a lo largo de varios años, pasa revista a las relaciones entre adultos y a algunas de sus vicisitudes.
En el contexto de una innegable preocupación por los aspectos formales de la película, da la impresión de que el cineasta sueco está más atento a los aspectos conceptuales -el pensamiento, el planteamiento ideológico, la descripción teórica y su aplicación práctica- que a la factura cinematográfica propiamente dicha.
Y por eso se resiente su mordiente narrativa.
Los sentimientos, las emociones y la capacidad de diálogo saltan a la pantalla como fogonazos con pretensión de sinceridad que en el ámbito de la vida real a veces llevan a la confusión, otras a la convicción pero casi siempre conducen a la duda.
Verdades molestas que anidan en el fondo de todas las personas.