Creo que todos, indiferentemente de cuánto nos guste el cine, tenemos a alguien a quien no podemos tolerar, sea un director, guionista, compositor o actor. Por los motivos que sean, da igual. El caso es que es la realidad y dudo que exista alguien a quien le gusten todas las películas, en las que tampoco me olvido lo que influyen algunos aspectos como la ideología, género o duración. Dicho lo obvio, -las cuales son todas respetables- todo esto puede cambiar. ¿Cómo se consigue ese cambio? Pues no es fácil: o al menos para mí no lo ha sido. No soy ni mucho menos un erudito (una palabra que siempre veré inalcanzable para mi, evidentemente) del séptimo arte, pero sí puedo decir que es posible quitar esa “cruz u odio” a ese actor, guionista, director, etc.

Así que con bastante fuerza de voluntad (tengo que decir que la aparición en el reparto de James Franco influyó bastante) y mentalidad me dispuse a ver el film de Danny Boyle, director al que yo le había puesto una cruz más grande que una catedral debido a su “boñigo multipremiado” de 2008, titulado “Slumdog Millionaire“. Analizando el trabajo del director inglés he visto que, comparando en una balanza, ganan más los aspectos negativos que los positivos, siendo estos últimos mínimos. Pero como he argumentado antes, los cambios son posibles. Ahora ya no lo tengo “crucificado”, considerándolo como un director del que me queda aún mucho por ver, me guste o no. Porque he comprobado que el Sr. Boyle es un director de cine y que como todo artista, realizará obras que serán maravillosas (“Sunshine”, 2007), penosas (“Slumdog Millionaire”, 2008) o normales (“127 Horas”, 2010).

En esta historia, veremos como un montañero llamado Aaron Ralston, tras una caída mientras recorre en solitario el cañón de Robbert Roost (Utah), queda inmovilizado, quedando su antebrazo atrapado bajo una roca.

Sin desviarme de los puntos positivos/negativos, el film empieza muy bien, siendo directo con un principio prometedor que da la sensación de que va a aprovechar bien su metraje. Pero es todo lo contrario, ya que poco después de empezar, decae considerablemente sin mostrarnos nada nuevo, al ser una historia sin sorpresas en la que para colmo, estas te dejan con “la miel en los labios” esperando el momento morboso de ver cuando sucede el momento en el que el protagonista ha de decidir por su vida. No me ha gustado esa baza con la que el director inglés ha querido promocionar su película. Pese a la manipulación que veo en ese aspecto, James Franco y la banda sonora potencian lo que no logra un flojo guión falto de ideas para lo que dura la cinta, siendo muy semejante a “Buried” (2009) del director español Rodrigo Cortés.

(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento por falta de espacio)