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Voto de Revista Contraste:
4
Comedia Beatrice está celebrando con su familia el lanzamiento de su libro, en el que relata el accidente de su marido, que cambió sus vidas. Frederic ha perdido la vista y no puede evitar decir todo lo que piensa: se ha convertido en un hombre impredecible, aunque sigue siendo divertido y seductor.
4 de noviembre de 2019
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El realizador Eric Lavaine y la actriz Alexandra Lamy vuelven a unirse como ya lo hicieran en Historia de una indecisa o Vuelta a casa de mi madre. Continúan en la línea de historias cotidianas, con cierto análisis de situaciones problemáticas de la sociedad actual, aunque narradas con un toque de comedia.

En este caso, la protagonista debe enfrentarse al día a día de convivir con un marido que ha sobrevivido milagrosamente, que puede hacer vida casi normal pero con el que no puede contar para educar a sus hijos o mantener una vida conyugal satisfactoria.

El planteamiento es interesante y el enfoque a través del libro de experiencia vital de Bea es atractivo y ofrece múltiples posibilidades. Sin embargo, el conjunto vuelve a resultar algo decepcionante, como ya ocurriera en las otras películas citadas del tándem Lavaine-Lamy.

Su guion es fresco, y tiene un dominio espectacular de los tiempos, de las conversaciones corales, de la cámara que abarca a todos los integrantes de una reunión sin resultar mareante… No obstante, no acaba de afrontar con valentía el asunto que él mismo plantea.

Lavaine se siente cómodo con las escenas de los adultos y capta con finura sus sentimientos de envidia, rencor o regocijo. De esa manera, solventa el tono costumbrista del film pero elude el verdadero drama.

Los niños, a excepción de las esporádicas apariciones de la adolescente, no participan en un relato en el que deberían tener un papel importante. Del mismo modo, el nuevo novio de Bea no encaja con el amor que se supone que tiene a su marido, con el que comparte cama todas las noches. Por razones que desconozco y que solo puedo tildar de timoratas o superficiales, Lavaine decide hacer pivotar toda la trama en el enfado o complacencia que puedan sentir los amigos de Bea ante lo que ella ha escrito. Y de este modo, toda la maestría que el realizador demuestra en el manejo de la cámara y de los diálogos queda como un ejercicio superficial y tramposo de una realidad que ofrecía mucho más de lo que nos ha querido contar.

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Revista Contraste
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