Pequeños detalles entronca con la tradición algo olvidada de thrillers oscuros, que rozan la morboso y mezclan la perversión del asesino con las complejidades psicológicas del protagonista. En parte, recuerda a films como El silencio de los corderos o Seven, y aunque este es de menor calidad, en estos momentos en los que hay tan pocos estrenos, se agradece una película correcta y distinta.

John Lee Hancock, director y guionista, se aleja bastante de algunos de sus trabajos más conocidos, como The blind side o Saving Mr. Banks, demostrando así su capacidad para adaptarse y responder con calidad a los trabajos que emprende.

Como buen escritor, ofrece un relato lleno de contrastes, pero manteniendo la coherencia. El pasado y el presente, la juventud y la experiencia, lo bueno, lo malo (y lo gris) de las decisiones libres de cada persona quedan plasmados en un guion denso y oscuro, que atrapa al espectador y lo mantiene atento siempre que este haga un importante ejercicio de concentración.

El título de esta obra no puede ser más acertado. Todo el peso del film recae en las imágenes, como debe ser tratándose de lenguaje cinematográfico, y es importante, como decía, fijarse en los “pequeños detalles”. Fogonazos visuales y objetos que casi quedan fuera de campo son vitales para la comprensión de la historia y para poder captar su valor completo. Si el público se deja llevar, se ve inmerso, además de en un misterio, en un sutil debate moral que le dejará pensativo bastante tiempo después de haber finalizado proyección.

Por otro lado, siempre es una alegría volver a ver en la pantalla a Denzel Washington, en un papel a su medida, y enriquecido por la presencia de Rami Malek, quien sigue demostrando, después de su fabulosa interpretación de Freddy Mercury, que hay futuro en el mundo de la actuación.

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