La sensación de claustrofobia y cruel confinamiento acompaña en todo momento a quien opte por brindarle una oportunidad a esta fantástica película alemana de corte bélico. Sin la prosopopeya y parafernalia del típico "circo hollywoodense", la apuesta de Petersen es más bien un drama crudo, casi desnudo, árido y descarnado, sin la comparsa de parapetos ornamentales ni de efectos especiales, sólo los emociones al natural, con la agonía adherida a la piel de unos valerosos soldados alemanes enclaustrados en una tumba sub-acuática. Toda la fuerza de la película reside en ese exiguo habitáculo que navega bajo el océano como una colosal plataforma de almas agobiadas por la angustia. La cercanía de la muerte, la carencia de oxígeno, la incertidumbre de no conocer el devenir del minuto siguiente en una espera aterradora que no merma ni en intensidad ni en emoción, una espera dilatada y suspendida en el desconcierto y la negrura, abocada al caos más irremediable.