La película que rodara Corman en 1960 nos propone una alternativa al terror muy antagonista con respecto a la clásica estampa del género. Sumamente original y con una fantástica banda sonora de acompañamiento, que parece ir en crescendo a medida que van produciéndose los desmanes de una planta de lo más voraz e insaciable, la trama nos conduce hasta una modesta floristería donde "habita" un "tubérculo" con intenciones de festines pantagruélicos. Muy efectiva y un tanto rocambolesca la pareja protagonista, Seymour-Audrey. Él locamente enamorado de ella, ella una ingenua soñadora que entona unas canciones alucinantes con su voz cristalina y maravillosa, baste escuchar la prodigiosa: "Suddenly Seymour", preciosa canción. Divertida, ingeniosa y muy bien llevada por los dos paladines que se encargarán de aplacar la hambruna de una rarísima planta desmesurada.