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España España · Madrid
Voto de Ethan:
9
Comedia. Romance. Fantástico Un escritor norteamericano algo bohemio (Owen Wilson) llega con su prometida Inez (Rachel McAdams) y los padres de ésta a París. Mientras vaga por las calles soñando con los felices años 20, cae bajo una especie de hechizo que hace que, a medianoche, en algún lugar del barrio Latino, se vea transportado a otro universo donde va a conocer a personajes que jamás imaginaría iba a conocer... (FILMAFFINITY)
27 de diciembre de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde luego no es muy fácil relatar lo que se siente cuando alguien como Woody Allen nos saca a trompicones de nuestra realidad habitual y nos traslada al centro del universo de los artistas en las oníricas noches de su momento de máximo esplendor. Owen Wilson es Allen y lo somos todos los que siempre hemos amado el cine, la literatura, la pintura, la música... el Arte; y a todos los que compartimos sus mitos decide regalarnos un pedazo de tiempo, un pequeño trozo de la tarta formada por nuestros deseos, para mostrarnos una vez más que no todo es tan sencillo ni tan extraordinario, que no obstante la atracción de fechas y lugares históricos tocados con la varita de la leyenda, de momentos mágicos en donde las musas, la creatividad y el ingenio se las veían y se las deseaban para aposentarse en las cabezas de tanto genio junto, el director neoyorquino acierta en convencernos de que hoy mismo, determinados instantes de nuestras vidas pertenecientes a épocas a las que no damos mucha importancia podrían convertirse en los momentos más preciados y deseados de un grupo de idealistas del mañana.
Woody Allen nos sirve este cuento de hadas (Marion Cotillard) y dioses de nuestra cultura iniciándolo cada noche con las doce campanadas del reloj. A partir de ahí nos traslada al París de las maravillas, a "Neverland"; nos invita a bailar con dioses y príncipes de la creación artística para que indaguemos en su cercana humanidad, en sus obsesiones, sus locuras... la visión mágica del arte a través de los ojos y de la mente de algunos de sus más ilustres representantes. Todo un regalo para los ojos, para los oídos, para la mente y para los que como yo... ¡siempre habíamos soñado con estar allí! Estos regalos no pueden despreciarse. Eternamente agradecido.
Ethan
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