La historia, protagonizada por Diego Peretti y Luis Luque, se centra en la circunstancial relación entre dos personas pertenecientes a mundos culturalmente diferentes: un psicoanalista judío y un duro inspector de policía. Una curiosa dupla que en medio de imprevistas circunstancias, construirá una sólida amistad, coparticipando en la resolución de un peligroso caso delictivo.
Para evitar ir a juicio por atropellar accidentalmente a un peatón, el analista Mariano Silverstein (Peretti) debe realizar trabajos comunitarios. En este mecanismo de "probation" acepta tratar terapéuticamente al detective de la Policía Federal, Alfredo Díaz (Luque), deprimido a raíz de un desencanto amoroso. Este vínculo los involucrará en una trama policial llena de vueltas inesperadas. Al mismo tiempo, los hará reconocerse en los humanísimos puntos en común que los acercan.

En la dirección, Szifrón se revela como un diestro manipulador, no sólo de los elementos propios del policial negro (con detectives, policías y ladrones que señalan un poder ominoso por sobre ellos), sino que además se permite jugar espontáneamente con los clisés del western, ilustrando con comentarios musicales típicos del género que tiene como protagonistas hombres solitarios con vocación heroica.
El argumento, al situarse en la agitada urbe porteña, adapta reglas genéricas y en cierto modo las nacionaliza, obteniendo una comedia policial con todos los rasgos locales, "bien a la argentina", en la que entran elementos muy diversos como el psicoanálisis, los servicios secretos, la energía nuclear y los cruces culturales de pascuas judías con los códigos de gángster.

La película sale airosa de los riesgos con relación a la comedia y sus combinaciones, en tanto resultan convincentes sus mezclas de simpáticos gags y diálogos a lo Woody Allen con climas de arrolladora aventura.