No sorprenderá al espectador que, frente a Palmer, tenga la impresión de que "he visto esta película antes". Y es que probablemente tengas razón: sí, no solo hay grandes posibilidades de que hayas encontrado una historia similar antes, sino que también fue mejor contada la otra vez. Entonces, ¿cuál es el propósito de esta película? Más que justificar un nuevo esfuerzo del cantante Justin Timberlake como actor serio - él, después de todo, tiene en su currículum trabajos bajo la dirección de directores como David Fincher y Woody Allen, lo cual no es poca cosa - que termina llamando la atención, nos encontramos ante la inserción del tema relacionado con la diversidad de género entre lxs niñxs. Un tema aún tabú, pero aquí se aborda con respeto y seguridad.

Palmer no aporta mucho más de lo que ya se ha visto, pero ofrece un color diferente a la discusión al poner en debate formas de abordar el tema de la transexualidad en la infancia. Dejando a un lado los prejuicios y abriendo espacio para escuchar, antes de señalar, la película gana puntos a través de una mirada honesta y consciente sobre un tema universal, avanzando en una conversación que los ejemplos aquí ilustrados pueden aportar mucho. Y si Justin Timberlake suena comprometido con la responsabilidad que recibe a mano, es el pequeño Ryder Allen el que tiene más recursos tanto de cara a las obligaciones como a las alegrías de un personaje que tendría mucho que temer, pero que elige en todo momento focar su personaje “en todo lo que es posible ganar siendo quien es, y no el que todos esperan de él.” Lidiar con diferencias y aceptar las diversidades, lo mejor de Palmer.