Ignoro el lugar al que pertenece; se aloja en esa parte magia, veraz, donde todo se cuenta con escasez de información, permitiendo que el espectador participe de su sentido y sensibilidad, para componer ese mosaico poético, lírico, a la vez que emotivo.

Viendo EL VERANO DE CODY me he dado cuenta de la importancia que tiene una banda sonora adecuada, logrando que esas secuencias intimistas afloren y destaquen.

Suceden pocas cosas; su duración ronda la hora veinte minutos, consiguiendo en tan escaso tiempo despertar interés por una historia sencilla, donde su narrativa, nos domina y conquista.