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Voto de daci:
4

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4
5.5
10,937
Drama. Comedia
Roberto (José Mota) es un publicista en paro que alcanzó el éxito cuando se le ocurrió un famoso eslogan: "Coca-Cola, la chispa de la vida". Ahora es un hombre desesperado que, intentando recordar los días felices, regresa al hotel donde pasó la luna de miel con su mujer (Salma Hayek). Sin embargo, en lugar del hotel, lo que encuentra es un museo levantado en torno al teatro romano de la ciudad. Mientras pasea por las ruinas, sufre un ... [+]
16 de enero de 2012
16 de enero de 2012
14 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
La carrera de Alex de la Iglesia no ha evolucionado a la altura que prometían Acción mutante y El día de la bestia, sus dos mejores películas aunque tampoco unas obras maestras. Y es que con cada nueva realización de Álex se ha hundido un poco más el buen recuerdo dejado por sus dos primeros films, quedando patente que lo del de Bilbao es tropezar una y otra vez con la misma piedra y repetir sistemáticamente el error que arrastran todas sus películas: partir de una idea sugerente e ir malográndola poco a poco con un desarrollo pobre, para al final acabar el largometraje de cualquier manera y por debajo de lo esperado.
La chispa de la vida no es una excepción a la norma, por mucho que Álex venga ahora de heredero de autores como Berlanga, Marco Ferreri o Billy Wilder nada menos. Pero la realidad es tan cruel como la que nos muestra su film, y ésta es que su talento no da para tanto, al andar tan escaso de sutileza y ambigüedad como va sobrado de humor negro y mala leche. Pero, justo en esta película, cuando más falta hacía que desplegara esas virtudes -que sin duda atesora- en beneficio de la historia, también se ha quedado corto de ellas, entregando finalmente un film blandito y excesivamente didáctico. Casi como si le diera vergüenza añadir matices al guión de la cinta -obra de Randy Feldman, el de Tango y Cash- y en el que por primera vez en su filmografía no ha participado ni como co-guionista.
La película muestra el circo mediático que se monta cuando un publicista en paro -José Mota- cae en unas obras del anfiteatro romano de Cartagena y se queda inmovilizado en el suelo, con un hierro clavado en la cabeza. Pronto su percance se convierte en centro de la actualidad y todo el mundo -las televisiones, los dueños del anfiteatro, los políticos, hasta el propio accidentado- intentan sacar tajada del suceso, dejando a la dignidad o a la cordura brillar por su ausencia.
Aunque de la Iglesia mejora un poco respecto a la fallida Balada triste de trompeta, el film tampoco resulta muy memorable y no pasará a la historia salvo para recordar la extraña pareja que formaban José Mota y Salma Hayek. Mota lo intenta al principio pero luego se le acaban notando bastantes carencias dramáticas, aparte de tener en contra su background de cómico televisivo, demasiado marcado en el imaginario para lograr hacerse creíble en este film. Hayek, en cambio, termina resultando la chispa de la película, realizando una interpretación muy natural y conmovedora como la esposa del protagonista, la única persona que no pone precio a su dignidad entre tanto sujeto dispuesto a venderse o a aprovechar el suceso de una forma u otra, incluyendo a su propio marido. Un trabajo que la ha llevado a ser nominada al Goya con todo merecimiento, y no -como algunos malpensados creíamos-, como el típico peloteo a la estrella de Hollywood que rebaja su caché y se digna a salir en una cinta española, estilo Viggo Mortensen en Alatriste.
La chispa de la vida no es una excepción a la norma, por mucho que Álex venga ahora de heredero de autores como Berlanga, Marco Ferreri o Billy Wilder nada menos. Pero la realidad es tan cruel como la que nos muestra su film, y ésta es que su talento no da para tanto, al andar tan escaso de sutileza y ambigüedad como va sobrado de humor negro y mala leche. Pero, justo en esta película, cuando más falta hacía que desplegara esas virtudes -que sin duda atesora- en beneficio de la historia, también se ha quedado corto de ellas, entregando finalmente un film blandito y excesivamente didáctico. Casi como si le diera vergüenza añadir matices al guión de la cinta -obra de Randy Feldman, el de Tango y Cash- y en el que por primera vez en su filmografía no ha participado ni como co-guionista.
La película muestra el circo mediático que se monta cuando un publicista en paro -José Mota- cae en unas obras del anfiteatro romano de Cartagena y se queda inmovilizado en el suelo, con un hierro clavado en la cabeza. Pronto su percance se convierte en centro de la actualidad y todo el mundo -las televisiones, los dueños del anfiteatro, los políticos, hasta el propio accidentado- intentan sacar tajada del suceso, dejando a la dignidad o a la cordura brillar por su ausencia.
Aunque de la Iglesia mejora un poco respecto a la fallida Balada triste de trompeta, el film tampoco resulta muy memorable y no pasará a la historia salvo para recordar la extraña pareja que formaban José Mota y Salma Hayek. Mota lo intenta al principio pero luego se le acaban notando bastantes carencias dramáticas, aparte de tener en contra su background de cómico televisivo, demasiado marcado en el imaginario para lograr hacerse creíble en este film. Hayek, en cambio, termina resultando la chispa de la película, realizando una interpretación muy natural y conmovedora como la esposa del protagonista, la única persona que no pone precio a su dignidad entre tanto sujeto dispuesto a venderse o a aprovechar el suceso de una forma u otra, incluyendo a su propio marido. Un trabajo que la ha llevado a ser nominada al Goya con todo merecimiento, y no -como algunos malpensados creíamos-, como el típico peloteo a la estrella de Hollywood que rebaja su caché y se digna a salir en una cinta española, estilo Viggo Mortensen en Alatriste.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un detalle de La chispa de la vida que llamó mi atención es que es muy crítica con la telebasura de ciertas cadenas de TV pero luego en los créditos le da las gracias a Tele 5 por la colaboración prestada -¿será por el asesoramiento recibido de sus expertos en la materia?-… Y es que la cadena de Vasile está durante todo el largometraje en medio de la diana, con el ficticio canal Antena 5, los cameos de Jorge Javier, Lidia Lozano o ese Rumore, Rumore tan similar a Sálvame o La Noria. Sin embargo, a la película le faltan más dosis de ambigüedad para resultar real, ya que sus villanos -el alcalde que hace Galiardo, el director de Antena 5 al que encarna Puigcorbé, siempre rodeado de meretrices- son malos de una pieza, meras caricaturas; y, frente al íntegro personaje de Hayek en el polo opuesto -¿aún queda gente así?-, apenas hay unos pocos caracteres intermedios que hagan al film más creíble: el médico de Antonio Garrido -en el fondo complacido por haber salido en la tele-, o el guardia jurado de Manuel Tallafé, que no puede evitar chupar plano en la emotiva entrevista familiar.
En resumen, que en este caso no cuesta mucho imaginar lo que habría hecho un cineasta con más talento -y no con un hierro sino, como decía William Holden, con cuchillas de afeitar en el cerebro- como Billy Wilder, ya que ahí está El gran carnaval para que comprobemos de verdad cómo se utilizan la ironía, el sarcasmo o el morbo en una situación tan atractiva como la que nos plantean ambas películas.
En resumen, que en este caso no cuesta mucho imaginar lo que habría hecho un cineasta con más talento -y no con un hierro sino, como decía William Holden, con cuchillas de afeitar en el cerebro- como Billy Wilder, ya que ahí está El gran carnaval para que comprobemos de verdad cómo se utilizan la ironía, el sarcasmo o el morbo en una situación tan atractiva como la que nos plantean ambas películas.