Clásico drama sobre traumas infantiles que derivan a conflictos en la adolescencia. Lo malo es que la realización deja mucho que desear. Se parece más a un culebrón televisivo que a un elaborado largometraje para la gran pantalla. La dicción es patética. Los actores no pasan del aprobado, con excepción de Adriana Ozores. La trama detectivesca, intentando esclarecer una serie de acontecimientos sucedidos, está tan mal llevada que carece de toda fuerza. La narrativa voz en off en primera persona cuenta impresiones sin decir nada y sin que venga demasiado a cuento. Los fundidos en blanco son improcedentes. La película no es insultante pero la cinematografía española está plagada de ejemplos donde con argumentos análogos se han hecho cosas mucho más logradas.