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Voto de John Giraldo:
6
5.8
20,554
Ciencia ficción. Acción
En un futuro no muy lejano el boxeo es robótico: en los combates ya no se enfrentan seres humanos, sino robots humanoides, sofisticadas máquinas diseñadas para luchar. Charlie Kenton, un antiguo púgil que casi llegó a alcanzar la gloria, está pasando una mala racha como promotor de combates. Un día, encuentra un viejo robot desechado y, al comprobar que es un gran boxeador, decide entrenarlo.
18 de octubre de 2011
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por: John Harold Giraldo Herrera
[email protected]
Es una película convencional, tanto que se asemeja a un melodrama, es decir, una mezcla de dramatizado con una música dispuesta a emocionar al espectador. Sin embargo, es más que una película para pasar la tarde o el tiempo de un día cualquiera. La nueva película hollywoodense recrea la idea futurista de luchas, tipo boxeo entre robots un poco más grandes y poderosos que el ser humano. La trama explica, que gracias a que los humanos se cansaron de ver sangre en el ruedo y con deseos de reclamar emociones más fuertes inventaron la gesta entre los bodoques de metal. Un hibrido entre transformes y esas películas de artes marciales, incluso puede ser clasificada como un filme de superación. Quien la presencie evocará un cuadro de la familia fracturada y un flanco para aquellos dedicados a satisfacer su lado hedonista. De hecho por algún lado se intenta asimilar la vida de un ser humano a la de un robot y la de este a un ser humano.
Verla no solo entretiene. Es un espectáculo futurista de cómo podrá ser real el hecho de convivir con androides, con robots, pero en este caso hechos para corresponder con un gusto particular: el de acrecentar la adrenalina en las tablas, las luchas callejeras, un mundo de sensaciones extremas entre apostar, presenciar una pelea y experimentar fuertes atractivos por las contiendas. Y la historia sería parecida a las de su género de acción si no fuera porque en medio de ese contexto se cocina la relación de un padre fracasado, irresponsable, bebedor y apostador con un niño abandonado y que perdió a su madre y espera obtener un espacio familiar. Pero su padre piensa en venderlo al esposo de su cuñada por unos miles de dólares para él salir de unos apuros económicos en los que se encuentra. De modo que, por mera casualidad, al padre le toca convivir con su hijo por una corta temporada y de ahí en adelante, se obtendrá un drama que no raya en lo ridículo, tampoco es un relato frío.
Muy lejos se encuentra de una película como En busca de la felicidad (2006), en donde por supuesto el padre hace todo por su hijo, igual como sucede en La vida es bella (1997), en la cual un padre idea en medio del horror un mundo mágico. En Gigantes de acero, el hijo moldeará al padre, el padre no le ofrece nada al hijo, pero como si fuera un Sancho Panza conseguirá por momentos dotes de enquijotamientos. En el camino se forja el carácter de uno y otro, en cada paso se irán conociendo, el uno tiene escondido el ganador que no fue, el otro no quiere demostrar la necesidad de afecto, ambos parecen ser duros. Los niños ríen cuando su similar increpa al padre de modo jocoso por querer venderlo, los grandes se inquietan y toda la película se debate por doblegar dos personas al parecer forjadas por el dolor y la perdida.
sigo en spoiler
[email protected]
Es una película convencional, tanto que se asemeja a un melodrama, es decir, una mezcla de dramatizado con una música dispuesta a emocionar al espectador. Sin embargo, es más que una película para pasar la tarde o el tiempo de un día cualquiera. La nueva película hollywoodense recrea la idea futurista de luchas, tipo boxeo entre robots un poco más grandes y poderosos que el ser humano. La trama explica, que gracias a que los humanos se cansaron de ver sangre en el ruedo y con deseos de reclamar emociones más fuertes inventaron la gesta entre los bodoques de metal. Un hibrido entre transformes y esas películas de artes marciales, incluso puede ser clasificada como un filme de superación. Quien la presencie evocará un cuadro de la familia fracturada y un flanco para aquellos dedicados a satisfacer su lado hedonista. De hecho por algún lado se intenta asimilar la vida de un ser humano a la de un robot y la de este a un ser humano.
Verla no solo entretiene. Es un espectáculo futurista de cómo podrá ser real el hecho de convivir con androides, con robots, pero en este caso hechos para corresponder con un gusto particular: el de acrecentar la adrenalina en las tablas, las luchas callejeras, un mundo de sensaciones extremas entre apostar, presenciar una pelea y experimentar fuertes atractivos por las contiendas. Y la historia sería parecida a las de su género de acción si no fuera porque en medio de ese contexto se cocina la relación de un padre fracasado, irresponsable, bebedor y apostador con un niño abandonado y que perdió a su madre y espera obtener un espacio familiar. Pero su padre piensa en venderlo al esposo de su cuñada por unos miles de dólares para él salir de unos apuros económicos en los que se encuentra. De modo que, por mera casualidad, al padre le toca convivir con su hijo por una corta temporada y de ahí en adelante, se obtendrá un drama que no raya en lo ridículo, tampoco es un relato frío.
Muy lejos se encuentra de una película como En busca de la felicidad (2006), en donde por supuesto el padre hace todo por su hijo, igual como sucede en La vida es bella (1997), en la cual un padre idea en medio del horror un mundo mágico. En Gigantes de acero, el hijo moldeará al padre, el padre no le ofrece nada al hijo, pero como si fuera un Sancho Panza conseguirá por momentos dotes de enquijotamientos. En el camino se forja el carácter de uno y otro, en cada paso se irán conociendo, el uno tiene escondido el ganador que no fue, el otro no quiere demostrar la necesidad de afecto, ambos parecen ser duros. Los niños ríen cuando su similar increpa al padre de modo jocoso por querer venderlo, los grandes se inquietan y toda la película se debate por doblegar dos personas al parecer forjadas por el dolor y la perdida.
sigo en spoiler
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
De ahí que medio podrá asomarse un lado inverosímil pero que la película logra equilibrar: aparece otro tercer héroe caído: un robot conseguido en la basura y que presume de tener algo diferencial. Esa triada, la de un niño fuerte, un padre fracasado y un robot especial, que nos hace compararlo con Arturito de Las guerras de las galaxias, cobraran los elementos esenciales para contar con una película muy divertida, cuyos respiros medio los contiene el espectador por lo sostenido de la trama con acción y drama, y con la que se podrá encontrar un desborde de escenas vibrantes sin tiroteos o sangre pero sí con corazones sensibles, esos mismos que se ablandan cuando llegan los obstáculos y se descubre la humanidad del con el que se transcurre.
Una apuesta por conseguir llenar las salas y de hecho lo logra, rompe récords en los dos primeros fines de semana de haberse estrenado. Son dos horas de película que no se sienten, salvo por los dramáticos sucesos entre padre e hijo.
Son Gigantes de acero los robots, su imponencia, capacidad de deslumbrar por las maneras cómo son creados y a la vez cómo se desenvuelven en las peleas, todas esas tecnologías de punta para controlarlos, el supuesto coraje y frialdad de quienes los manejan impactan y he ahí lo convencional, pero el punto de quiebre se haya con la historia de un padre que mostrará su fragilidad, un niño adulto dispuesto a encarar los retos y ese toque que aunque de sensiblería funciona: los robots terminan siendo adendas para los seres humanos y son estos quienes poseen la grandiosa capacidad de ennoblecerse con sus corazones frágiles.
Una apuesta por conseguir llenar las salas y de hecho lo logra, rompe récords en los dos primeros fines de semana de haberse estrenado. Son dos horas de película que no se sienten, salvo por los dramáticos sucesos entre padre e hijo.
Son Gigantes de acero los robots, su imponencia, capacidad de deslumbrar por las maneras cómo son creados y a la vez cómo se desenvuelven en las peleas, todas esas tecnologías de punta para controlarlos, el supuesto coraje y frialdad de quienes los manejan impactan y he ahí lo convencional, pero el punto de quiebre se haya con la historia de un padre que mostrará su fragilidad, un niño adulto dispuesto a encarar los retos y ese toque que aunque de sensiblería funciona: los robots terminan siendo adendas para los seres humanos y son estos quienes poseen la grandiosa capacidad de ennoblecerse con sus corazones frágiles.