Ciertamente, la película es muy buena. Retrata una época en la que un cómico se decidió a destapar las tremendas incongruencias y falsas moralinas pseudocristianas de una sociedad americana decadente (lo fue casi siempre, y no me considero para nada antiamericano) y ello le costó el trabajo y, finalmente, la vida, una vez bien metido en drogas como vía de escape de una realidad muy poco atrayente para nuestro protagonista.

Me encanta el tratamiento de falso documental que tiene la película, la hace si cabe más cercana, científica y real. El papel de su mujer (Valerie Perrine) es también portentoso.

Pero al igual que el resto de críticas (sí, lo reconozco, parto con ventaja al haberlas leído de cabo a rabo para que me refrescaran un poco la memoria ya que hace tiempo que la ví) coincido totalmente con ellas en que el que hace grande la película es Dustin Hoffman, actor con un registro impresionante, pudiendo saltar desde lo más vulgar, cursi y cómico al tipo con más bemoles del planeta y ahí de aquel que se los toque... yo le temería. Realista como pocos, se mete de lleno en el personaje, dejando de ser Dustin para pasar a ser por unos momentos aquel al que representa.

Por último señalar la validez de la película como obra didáctica y cultural: nos transmite una época de los Estados Unidos, y una de sus facetas más conocidas: la hipocresía.