Bueno, parece que Mamet remonta un poco el vuelo. Al menos yo disfruté bastante con su última obra ayer. Aunque he de admitir que este tipo todavía no ha rodado una película a la que yo no haya conseguido sacar un mínimo de punta, incluida Spartan, sin duda el punto más bajo de su filmografía.
Aquí toma como base el esqueleto de una típica película ochentera de artes marciales y lo deforma y lo moldea hasta convertirlo en puro Mamet, con sus diálogos, sus típicos giros de guión y su estilo a los mandos.
Flojea un poco en la recta final y contiene alguna que otra trampa de guión marca de la casa pero, para mi gusto, acaba redondeando favorablemente el asunto en la secuencia final, consiguiendo que, de alguna manera, todo acabe cuadrando en este particular híbrido.
Pulgar arriba para Mamet.