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Voto de Tomine:
4
7.8
157,333
Bélico. Acción. Comedia
Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En la Francia ocupada por los alemanes, Shosanna Dreyfus (Mélanie Laurent) presencia la ejecución de su familia por orden del coronel Hans Landa (Christoph Waltz). Después de huir a París, adopta una nueva identidad como propietaria de un cine. En otro lugar de Europa, el teniente Aldo Raine (Brad Pitt) adiestra a un grupo de soldados judíos ("The Basterds") para atacar objetivos concretos. Los ... [+]
20 de septiembre de 2009
296 de 504 usuarios han encontrado esta crítica útil
Y otra vez más. He perdido la cuenta del número de veces que, en esta década de caos y decadencia fosforescente, he salido de la sala negando con la cabeza y mirando al suelo, diciendo que no, Quentin (o el que toque). Que tú tienes talento. No caigas tú también en la mediocridad pandémica, infinita, que todo lo cubre y todo lo idiotiza.
Ya... Lo sé, es un cliché. El victimismo y tal. Esto ya no es lo que era, the times they are a-changin' and I am lost overhere looking for a reason to live one. Pero es que, por increíble que parezca, una verdad no deja de ser cierta a través de la repetición. Y tal vez haya que preguntarse por qué esta década que está acabando ha sido la peor en la historia del cine. Los motivos no caben en una crítica de 3000 caracteres, así que este no es el sitio. Aquí sólo me cabe la queja, las tres palabras desapasionadas del que está cansado de verlos caer, uno tras otro, en ese lago de hojas grises o de directores que vagan sin rumbo.
Y uno se dice: joder. Si estos tíos fueron buenos; muchos de ellos fueron grandes en su día. Y uno piensa que gente como Tim Burton, Steven Spielberg, Quentin Tarantino, Martin Scorsese, Brian de Palma, Clint Eastwood, Julio Medem y Roman Polanski deberían ser focos de la cultura. Guías para el cine, que, hijas de su tiempo, le dijeran al mundo: mirad, gente. Esta es la imagen del 2000, la foto de estos días. Miradla bien, porque dentro de unos años os recordará a esta época. Sólo hay calidad en ella, y en virtud de mi condición y del don que me ha sido concedido, sólo yo puedo hacerla. Sólo hay calidad en ella.
Ya... Lo sé, es un cliché. El victimismo y tal. Esto ya no es lo que era, the times they are a-changin' and I am lost overhere looking for a reason to live one. Pero es que, por increíble que parezca, una verdad no deja de ser cierta a través de la repetición. Y tal vez haya que preguntarse por qué esta década que está acabando ha sido la peor en la historia del cine. Los motivos no caben en una crítica de 3000 caracteres, así que este no es el sitio. Aquí sólo me cabe la queja, las tres palabras desapasionadas del que está cansado de verlos caer, uno tras otro, en ese lago de hojas grises o de directores que vagan sin rumbo.
Y uno se dice: joder. Si estos tíos fueron buenos; muchos de ellos fueron grandes en su día. Y uno piensa que gente como Tim Burton, Steven Spielberg, Quentin Tarantino, Martin Scorsese, Brian de Palma, Clint Eastwood, Julio Medem y Roman Polanski deberían ser focos de la cultura. Guías para el cine, que, hijas de su tiempo, le dijeran al mundo: mirad, gente. Esta es la imagen del 2000, la foto de estos días. Miradla bien, porque dentro de unos años os recordará a esta época. Sólo hay calidad en ella, y en virtud de mi condición y del don que me ha sido concedido, sólo yo puedo hacerla. Sólo hay calidad en ella.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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Y aquí, doliéndome el alma, de eso hay muy poco. La fotografía es horrible, en la línea blanda de Indy 4 y “Sweeney Todd”. No hay aire en las escenas, todo huele a doping y fotoshop; las caras de los actores, a modo de cartoon en 3D, no te transmiten ninguna verdad. No existe la percepción de lugar, tanto espacial como temporal, y por tanto, no existe la “situación”.
El diálogo entre las escenas ha desaparecido, también el equilibrio entre ellas. En una escena, veinte minutos de planos cortos; en la siguiente, otros veinte minutos de planos cortos; no hay esa sensibilidad a la hora de concebir la duración del plano dentro de la escena y la de la escena dentro de la película, que sí tenía Tarantino en sus primeras obras. El montaje es paupérrimo, mucho más descuidado que, por ejemplo, en “Death proof”, una película que, dicho sea, me parece ampliamente mejor que esta.
Emplea mal sus referencias. La primera escena no “bebe” de “Hasta que llegó su hora”; es una copia de “Hasta que llegó su hora”. La influencia es enriquecedora, el guiño es vulgar. Esta película está trufada de ellos: “Scarface”, “El padrino”, “Muerte entre las flores”. Que si Clouzot esto, que si Riefenstahl. Empápate de ellos, no los cites. He ido a ver “Inglorious basterds”, del 2009, no una revisión cinéfila que busque, previo golpecito con el codo, la sonrisa cómplice del que mira.
No hace gracia. Las coñas parecen sacadas del peor Robert Rodríguez (la sensación que me transmitió la película fue por momentos similar a la que tuve en su día con “Planet terror”). Esos guiños mal hechos, esas actuaciones a lo cameo en Friends (ay, Pitt), esas risas forzadas... qué cutre todo. Las escenas de violencia no dan bien en pantalla, no funcionan.
La banda sonora, puesta al tuntún, no evita el síndrome “tocadiscos”. No va de la mano con la imagen.
Todo esto conduce a que la película adolezca de una falta de credibilidad interna, a todos los niveles. No se trata de verosimilitud. No veo a personajes, aunque sean caricaturescos o excesivos, sólo a actores haciendo que actúan. Shoshanna Dreyfus gimotea de miedo tras una escena con Hans Landa que debería haber sido tensa. Esa mezcla perfecta entre emoción real y autoconsciencia pulp, entre lo humano y lo grotesco, fue el gran logro del primer Tarantino, hasta "Jackie Brown". Aquí no lo hay, y ese gimoteo te parece fuera de lugar, sólo piensas: esto es una coña, una birra entre amigos. Todo en ella pertenece no al campo de la ficción ni el de la realidad, sino el de la estridencia. No hay Landa y no hay Shoshanna, así que ¿por qué llora?
El diálogo entre las escenas ha desaparecido, también el equilibrio entre ellas. En una escena, veinte minutos de planos cortos; en la siguiente, otros veinte minutos de planos cortos; no hay esa sensibilidad a la hora de concebir la duración del plano dentro de la escena y la de la escena dentro de la película, que sí tenía Tarantino en sus primeras obras. El montaje es paupérrimo, mucho más descuidado que, por ejemplo, en “Death proof”, una película que, dicho sea, me parece ampliamente mejor que esta.
Emplea mal sus referencias. La primera escena no “bebe” de “Hasta que llegó su hora”; es una copia de “Hasta que llegó su hora”. La influencia es enriquecedora, el guiño es vulgar. Esta película está trufada de ellos: “Scarface”, “El padrino”, “Muerte entre las flores”. Que si Clouzot esto, que si Riefenstahl. Empápate de ellos, no los cites. He ido a ver “Inglorious basterds”, del 2009, no una revisión cinéfila que busque, previo golpecito con el codo, la sonrisa cómplice del que mira.
No hace gracia. Las coñas parecen sacadas del peor Robert Rodríguez (la sensación que me transmitió la película fue por momentos similar a la que tuve en su día con “Planet terror”). Esos guiños mal hechos, esas actuaciones a lo cameo en Friends (ay, Pitt), esas risas forzadas... qué cutre todo. Las escenas de violencia no dan bien en pantalla, no funcionan.
La banda sonora, puesta al tuntún, no evita el síndrome “tocadiscos”. No va de la mano con la imagen.
Todo esto conduce a que la película adolezca de una falta de credibilidad interna, a todos los niveles. No se trata de verosimilitud. No veo a personajes, aunque sean caricaturescos o excesivos, sólo a actores haciendo que actúan. Shoshanna Dreyfus gimotea de miedo tras una escena con Hans Landa que debería haber sido tensa. Esa mezcla perfecta entre emoción real y autoconsciencia pulp, entre lo humano y lo grotesco, fue el gran logro del primer Tarantino, hasta "Jackie Brown". Aquí no lo hay, y ese gimoteo te parece fuera de lugar, sólo piensas: esto es una coña, una birra entre amigos. Todo en ella pertenece no al campo de la ficción ni el de la realidad, sino el de la estridencia. No hay Landa y no hay Shoshanna, así que ¿por qué llora?