Añadir a mi grupo de amigos/usuarios favoritos
Puedes añadirle por nombre de usuario o por email (si él/ella ha accedido a ser encontrado por correo)
También puedes añadir usuarios favoritos desde su perfil o desde sus críticas
Nombre de grupo
Crear nuevo grupo
Crear nuevo grupo
Modificar información del grupo
Aviso
Aviso
Aviso
Aviso
El siguiente(s) usuario(s):
Group actions
You must be a loged user to know your affinity with Larrory
0
Listas
- Recomendaciones
- Estadísticas
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Larrory:
7
Voto de Larrory:
7
6.0
767
Terror. Thriller
Varias chicas son secuestradas de clubs nocturnos o cabarets y no se vuelve a saber de ellas. El inspector Tanner, con la ayuda de su prometida, investiga las desapariciones. El culpable de las mismas es el siniestro doctor Orloff, ayudado por su criado Morpho. Orloff desea reponer parte por parte la piel de su hija, desfigurada en un accidente. Tanner tendrá que trabajar duro para conseguir algunas pistas o alguna descripción que le ... [+]
8 de febrero de 2018
8 de febrero de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hasta mediados del siglo pasado era de uso común el término gollería, o sus variantes golloría, gulloría y gulluría, para designar a un manjar exquisito y delicado.
Disponiendo de tal genuina elegante voz, no sé a santo de qué ha surgido cual repelente sarpullido y acabado por imponerse ese insufrible "gourmet", que en francés designa a un pico fino, a un experto en... gollerías. Como curiosidad, en su país de origen la palabra ha sido aprovechada como marca de comida... ¡para gatos!
Otra manifestación más del putrefacto servilismo español, a quien se le antoja muy galano ¿"chic"? echar mano de gabachadas, cuando sólo demuestra perruna sumisión a una Francia que por su parte menosprecia a los "espingouins".
¡Si es que revuelven las tripas las franchuterías que cunden por doquier, tanto como los letreros en inglés de los comercios ¿"boutiques"?, que meten ganas, nuevo Quijote, de arremeter a lanzazos contra ellos y hacer sangrienta riza en sus promotores! La otrora estirpe conquistadora se ha tornado pueblo de siervos... no es de extrañar que los catalanes os hayan cobrado asco.
Todo este un tanto malhumorado introito para saludar como se lo merece que a unos 49 minutos de cinta Venancio Muro alias Jeannot diga lo siguiente: "... la comida, algo sosa, pero no vamos tampoco a exigir gollerías.". Confieso que la puntuación que le otorgo a la peli debe mucho al destello de alegría que me procuró oir ese término en esta triste época de gourmeterías.
A punto estuve de subir aún más la nota merced a la deslumbrante aunque demasiado breve intervención, aproximadamente tras 1h02mn30s de cinta, de nada menos que Juan García Tienda, sí, el leproso de Viridiana en el papel de Elías Haussmann, supuesto escritor asesino que se auto acusa de los crímenes. Si exceptuamos a Buñuel, lástima que un tipo de ese talante y talento no haya sido aprovechado más y mejor por el cine español.
En cuanto al resto, habrá que machacar una vez más que en sustancia el guión se sustenta de un plagio descarado de Les yeux sans visage, única novela de Jean Redon y película de Georges Franju, condimentado con evidentes referencias a clásicos del cine de terror, en particular Vampyr de Dreyer, Frankenstein de Whale y hasta el King Kong de 1933 en su final.
El toque de originalidad proviene de la peculiar psicoestructura de Jesús Franco, a todas luces un libidinoso y baboso obseso sexual maguer buen profesional.
Se retrata a sí mismo como en espejo deformante en el personaje de Morpho abalanzándose sobre sus suculentas presas femeninas en ademán de comérselas, cuando no sobándolas con fruición. Sus ojos ciegos, escarrampados como platos, son imagen de la ceguera producida por la lujuria, un trasunto de como se le debían de poner a nuestro anti-Jesús delante de una hembra de buena planta, que menuda colección de ellas hay en esta cinta pegando grititos, en particular Diana Lorys, que a decir verdad, está para volver turulato al menos proclive a excesos de carne.
Disponiendo de tal genuina elegante voz, no sé a santo de qué ha surgido cual repelente sarpullido y acabado por imponerse ese insufrible "gourmet", que en francés designa a un pico fino, a un experto en... gollerías. Como curiosidad, en su país de origen la palabra ha sido aprovechada como marca de comida... ¡para gatos!
Otra manifestación más del putrefacto servilismo español, a quien se le antoja muy galano ¿"chic"? echar mano de gabachadas, cuando sólo demuestra perruna sumisión a una Francia que por su parte menosprecia a los "espingouins".
¡Si es que revuelven las tripas las franchuterías que cunden por doquier, tanto como los letreros en inglés de los comercios ¿"boutiques"?, que meten ganas, nuevo Quijote, de arremeter a lanzazos contra ellos y hacer sangrienta riza en sus promotores! La otrora estirpe conquistadora se ha tornado pueblo de siervos... no es de extrañar que los catalanes os hayan cobrado asco.
Todo este un tanto malhumorado introito para saludar como se lo merece que a unos 49 minutos de cinta Venancio Muro alias Jeannot diga lo siguiente: "... la comida, algo sosa, pero no vamos tampoco a exigir gollerías.". Confieso que la puntuación que le otorgo a la peli debe mucho al destello de alegría que me procuró oir ese término en esta triste época de gourmeterías.
A punto estuve de subir aún más la nota merced a la deslumbrante aunque demasiado breve intervención, aproximadamente tras 1h02mn30s de cinta, de nada menos que Juan García Tienda, sí, el leproso de Viridiana en el papel de Elías Haussmann, supuesto escritor asesino que se auto acusa de los crímenes. Si exceptuamos a Buñuel, lástima que un tipo de ese talante y talento no haya sido aprovechado más y mejor por el cine español.
En cuanto al resto, habrá que machacar una vez más que en sustancia el guión se sustenta de un plagio descarado de Les yeux sans visage, única novela de Jean Redon y película de Georges Franju, condimentado con evidentes referencias a clásicos del cine de terror, en particular Vampyr de Dreyer, Frankenstein de Whale y hasta el King Kong de 1933 en su final.
El toque de originalidad proviene de la peculiar psicoestructura de Jesús Franco, a todas luces un libidinoso y baboso obseso sexual maguer buen profesional.
Se retrata a sí mismo como en espejo deformante en el personaje de Morpho abalanzándose sobre sus suculentas presas femeninas en ademán de comérselas, cuando no sobándolas con fruición. Sus ojos ciegos, escarrampados como platos, son imagen de la ceguera producida por la lujuria, un trasunto de como se le debían de poner a nuestro anti-Jesús delante de una hembra de buena planta, que menuda colección de ellas hay en esta cinta pegando grititos, en particular Diana Lorys, que a decir verdad, está para volver turulato al menos proclive a excesos de carne.