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7.9
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Ciencia ficción. Drama. Aventuras
Al ver que la vida en la Tierra está llegando a su fin, un grupo de exploradores dirigidos por el piloto Cooper (McConaughey) y la científica Amelia (Hathaway) emprende una misión que puede ser la más importante de la historia de la humanidad: viajar más allá de nuestra galaxia para descubrir algún planeta en otra que pueda garantizar el futuro de la raza humana. (FILMAFFINITY)
25 de noviembre de 2014
25 de noviembre de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
«Interstellar» cuenta con una virtud inicial: el grandísimo atractivo de aquello que desconocemos. Y así, explotando nuestras expectativas sobre otros mundos convierte la sala de cine en una experiencia cautivadora. Hay varias secuencias sensacionales, y cada escenario (léase estación, planeta o agujero negro) se hace tan real ante nuestros ojos que justifica, sin más, que esta película exista. Y que haya que verla en la gran pantalla.
Pero no hay nada más allá de esa dimensión sensorial. La descripción apocalíptica de la Tierra podría hacerse con menos recursos, ahorrando metraje y persecuciones ridículas. El hilo emocional que se teje entre el piloto Cooper y su familia es tan débil que nunca funciona. La lógica de los personajes es reducida; sus motivaciones, simples. Las actuaciones (McConaughey a la cabeza, pero no en exclusiva) superan (en lo dramático) lo que el guión puede soportar. Los giros son altamente predecibles. Y lo peor de todo, ese ejercicio final que pretende ser la cuadratura del círculo no es más que un intento amable de que todo el mundo, grandes y pequeños, propios y ajenos, comprenda hasta el último milímetro de cinta.
Aun así, algunas voces hablan de exceso de ciencia y teoría: demasiado que comprender (incluso en esto, cabría decir que no faltan diálogos «divulgativos» ni pizarras «decorativas»). En realidad, la última película de Christopher Nolan no exige comprender nada; lo que nos exige, más bien, es que seamos comprensivos con ella.
Pero no hay nada más allá de esa dimensión sensorial. La descripción apocalíptica de la Tierra podría hacerse con menos recursos, ahorrando metraje y persecuciones ridículas. El hilo emocional que se teje entre el piloto Cooper y su familia es tan débil que nunca funciona. La lógica de los personajes es reducida; sus motivaciones, simples. Las actuaciones (McConaughey a la cabeza, pero no en exclusiva) superan (en lo dramático) lo que el guión puede soportar. Los giros son altamente predecibles. Y lo peor de todo, ese ejercicio final que pretende ser la cuadratura del círculo no es más que un intento amable de que todo el mundo, grandes y pequeños, propios y ajenos, comprenda hasta el último milímetro de cinta.
Aun así, algunas voces hablan de exceso de ciencia y teoría: demasiado que comprender (incluso en esto, cabría decir que no faltan diálogos «divulgativos» ni pizarras «decorativas»). En realidad, la última película de Christopher Nolan no exige comprender nada; lo que nos exige, más bien, es que seamos comprensivos con ella.