Winfried Conradi, un hombre próximo a los 70 años, vive solo aunque cerca de su anciana madre, con quien parece no tener buena relación; a su hija, Ines, la ve poco, pues trabaja de consultora para una empresa de su país, Alemania, en Bucarest, donde vive sola. En una de sus escasas y breves visitas a su familia Winfried sospecha que su hija no es feliz y decide plantarse de improviso un fin de semana en la capital rumana para ver cómo le va a ésta. No tiene suficiente con dos días para cumplir su propósito y se quedará más tiempo adoptando una identidad falsa para, como extraño, tratar de acercarse más a Ines.

Según declaraciones de la propia directora y guionista, Maren Ade, esta película basa sus personajes protagonistas, padre e hija, en su propio padre y en ella misma en cuanto a la manera de ver a su progenitor en la relación que trata de mantener éste con ella. Por otra parte, Maren Ade, cuenta que el rodaje de la película duró un año, que no había guion previo y que rodó unas cien horas; lo que resulta significativo.

En la primera secuencia se nos presenta a Winfried Conradi como un hazmerreir, a partir de ahí se entiende el tratamiento de este personaje por parte de su creadora. Un hombre ridículo que trata de estar junto a su atareadísima hija a toda costa sin importarle estar molestándola a cada momento; un padre pesado que parece que no entiende que su hija ni le necesita ni le desea tener cerca. Maren Ade también critica la vida acelerada y sin empatía alguna hacia los demás de su protagonista femenina; al capitalismo actual que trata a los trabajadores como si fueran meros objetos que se usan y se prescinde de ellos cuando se quiera. El rodaje en Bucarest se debe a que la brecha social entre ricos y pobres es más acentuada en Rumanía que en su país.

Drama en forma de comedia cuya idea argumental es buena, pero su desarrollo no. La propia directora, como he dejado escrito, admite que no utilizó guion, solo ideas generales y que, incluso, los diálogos se escribían sobre la marcha, pues en su creación intervenían los propios actores, quienes, en la mayoría de los casos, no sabían qué escenas iban a rodar hasta que no estaban en el plató (Ade justifica esto diciendo que quería de esa manera una mayor naturalidad en la interpretación). El gran número de horas rodadas se nota también a la hora de juzgar el montaje, el cual no muestra una obra equilibrada en su resultado (la parte central del filme, en la que se expone todo el problema que mantiene la empresa para llevar a cabo su proyecto de externalización de trabajos, resulta farragosa y pesada); algunas secuencias son reiterativas; la elipsis que da paso al final resulta abrupta, más si cabe tras un tratamiento de la historia muy plano; y algunos pasajes, que pueden resultar divertidos, parecen impostados.

Las partes positivas, que 'Toni Erdmann' las tiene, se encuentran en la bonhomía de Winfried, en el amor que demuestra hacia su hija (aunque no le gusten sus defectos, los cuales ni se los afea, tal vez, por temor a perderla definitivamente), en sus ideas sociales, humanistas, ya casi extinguidas; y también en la sensación que transmite la historia de que a las personas hay que aceptarlas tal como son (sobre todo en el caso de padre e hija), entre otras razones, porque es imposible cambiarlas. En el personaje de Ines resulta positivo que en una secuencia, al menos, la de final más emotivo, se muestre como 'humana'.

Buenas interpretaciones de Sandra Hüller y Peter Simonischek.