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España España · Cinecittà
Voto de Xavier Vidal:
7
Drama Imperio Nuevo. Egipto se encuentra en una difícil coyuntura. Por una parte, los asirios amenazan con invadir el país y, por otra, el empobrecimiento del pueblo es cada vez mayor. Una vez proclamado faraón, el joven Ramsés XIII (que nunca existió) decide poner remedio a esta situación sirviéndose de las riquezas de la casta sacerdotal, que concentra en sus manos el poder económico, religioso y, de hecho, también el político. (FILMAFFINITY) [+]
31 de julio de 2014
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Faraón es una película política y de terror, un fresco histórico de alma apócrifa. Se inscribe dentro de la lista de obras únicas en su especie, ajenas a su tiempo y en general a cualquier tiempo. Un film de concepción radical y de surgimiento único: la casualidad quiso que ciertos condicionantes de la industria de cine polaca, la personalidad del realizador Kawalerowicz y la rotundidad de las localizaciones del rodaje se aunasen para dar a luz a una criatura sin par. Rodada años después del auge del peplum norteamericano y alejada a su vez de las constantes del cine histórico con pompa venido de Hollywood. Considerada la obra más fiel a la civilización egipcia, y paradójicamente una de las pocas ficciones que no se ciñe a unos personajes y hechos históricos reales. En otras palabras, una experiencia cinematográfica alucinada y alucinante que en los años 60 debió tener el impacto y el efecto narcótico-estimulante de las grandes obras de Kubrick y de otros cineastas capaces de poner a prueba la paciencia y el intelecto de la audiencia.

Profundamente clásica, rabiosamente moderna, a medio camino entre la tradición y la incorrección, Faraón ofrece una imagen austera pero trabajada del Antiguo Egipto: la fotografía hipnótica, el estudiado vestuario, el estilizado montaje y los vivísimos colores ocre de las arenas y de los templos que presiden los fotogramas ayudan a trasladar al espectador a un espacio exótico a la par que reconocible; y cuestiones técnicas y contextuales aparte, la historia de Faraón bien podría llevarse a otros paisajes y civilizaciones: su esencia es universal, y su historia de lucha de poderes, corruptelas y tráfico de influencias podría enmarcarse perfectamente en la Edad Media o en los tiempos modernos, en la China Imperial o en la Norteamérica del far west. Tal vez resulta una película excesivamente parsimoniosa, pero muchas de sus escenas están dotadas de una atmósfera increible: consigue que el espectador, aun asistiendo a la inmensidad del desierto, sienta en cada plano el peligro latente que al final estalla en una conclusión épica.

Lástima que la versión que ha sobrevivido a la incomprensión general y a los avatares de la censura se intuya ligeramente recortada en metraje y rebajada en intensidad con respecto a la obra de tres horas que concibió Kawalerowicz en su inicio y que sólo pudieron ver los presentes en la sesión de clausura del Festival de Cannes 1966 (nunca sabremos si la gran película que es Faraón en realidad escondía una obra maestra mayor): más sombras si cabe para una cinta-jeroglífico, encapsulada en el sarcófago de los caprichos cinematográficos y afortunadamente rescatada por la cinefilia valiente.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
http://cachecine.blogspot.com
Xavier Vidal
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