No es un biopic al uso que haga reclamar toda mi atención y no sé si lo termino de sentir. Si lo frecuente es retratar toda una vida o la mayor parte de ella, algo que descubra un contexto con mejores y más abundantes alternativas, en este trabajo el énfasis es puesto en un intervalo de apenas unos años, todo consistente en cebar con un gran preámbulo el momento estrella, el momento icónico que rodea a esa imagen de referencia para el mundo (de las nuevas tecnologías), el que todos tenemos en la memoria y perdurará en las hemerotecas de ingenieros e informáticos. En él, Danny Boyle y Aaron Sorkin con su guion, parecen constantemente más empeñados en mostrar la sombra tras el genio, que la posible genialidad del mismo. La imagen del ególatra, del arrogante en cantidades industriales, se encuentra presente casi en cada frase, en cada avispado diálogo que mantiene la cara más visible de Apple con, prácticamente, todo el mundo y, en particular, con la burocracia. No hay una apuesta clara de si lo que persigue es desmantelar a un hipotético farsante o simplemente enseñarnos la cara amarga del éxito.
No se puede ocultar la sana intención de conocer un poquito más del hombre antes que del nombre que le precede, así como reconocer el buen trabajo de los actores que intervienen, empezando por el propio Michael Fassbender encarnando a Jobs. Todo resulta creíble, con el dinamismo que Boyle acostumbra en sus realizaciones, en toda esa antesala al gran evento mediático. Es solo que su vida, aun con su grandeza, me produce intrascendencia emocional; no me produce el interés acorde a la altura del mito ni el pionero hombre de negocios, ni mucho menos, el hombre que, además, es padre. En general, me recuerda el motivo por el cual las biografías bien documentadas y narradas las tiendo a preferir en formato documental.