Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Sines Crúpulos:
7
Drama La joven y bella Eiko ha ido a refugiarse a un barrio de Kioto, a casa de Miyoharu, una geisha con muy buena reputación de la que Eiko quiere aprender. Ambas se hacen inseparables, pero una noche Eiko muerde a un cliente y las dos deben abandonar el barrio. (FILMAFFINITY)
30 de diciembre de 2007
9 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sinopsis:

Eiko es una joven bonita, huérfana reciente de madre, maltratada por su tío e ignorada por su padre. Así que un día hace las maletas y acude a casa de Miyoharu, una geisha amiga de su madre y le ruega que le introduzca en el mundillo.
“Levántate, que vea yo ese cuerpo serrano…”, le dice Miyoharu. "A partir de hoy tu nombre de guerra será Miyoe, en honor a tu maestra", le informa el mayordomo.

Antes de darse cuenta, ya está invitada a una farra en la casa de té. En la fiesta se le calienta el piño y se acaba agarrando un chuzo a sake de tres pares de narices, de modo que terminan llevándola a rastras hasta el sobre. Se desconoce si el mareo es provocado por el sake o por el insufrible baile break a cámara lenta, digno de aquel concurso de Tocata, que dos geishas realizan a dúo durante el festejo con un abanico entre los dientes que, para más INRI, se les cae al suelo.

A pesar de ello, un importante hombre de negocios, gerente de Honda, o de Kawasaki, de nombre Kusuda, Kasuda o Selasuda, no recuerdo bien, le ha echado el ojo a la joven. Y su mejor cliente, Kanzaki, hombre de puesto relevante en el ayuntamiento, se ha enamorado de Miyoharu.

Así que empiezan a ir a fiestas y se hacen famosas. Kanzaki no duerme pensando en Miyoharu, mientras que a Selasuda lo que le va es la jarana. En una escena, de hecho, aparece el señor Kaduka súper chuzo, entre cuatro o cinco geishas, con la camisa por fuera empapada en alcohol y la corbata anudada a la cabeza, jugando a, ojo al dato, ¡piedra, papel o tijera!.

Una cosa lleva a la otra hasta que un día los millonetis las invitan a irse de marcha por Tokio. Allí, la joven Miyoe la lía parda en la fiestuki, pero parda parda, tan parda que le arranca de un ñasco la lengua a Evander Kasuka. Para colmo, tampoco Miyoharu pasa por el aro con el Tarzanaki.

De esta guisa, la reina del barrio, que respondía por ellas, se encarga de que todas las casas de té les hagan el vacío, y Miyoharu y Miyoe se arruinan y pasan hambre desde entonces, presentándose así la eterna disyuntiva de vender el cuerpo para comer, o no vender y morir de hambre.



Opinión:

Se plantea por tanto en el filme esa famosa y polémica cuestión de si las geishas son o no son fulanas, tema clave para el discurrir de la humanidad y que tantas veces ha provocado en mi casa acalorados debates y trifulcas vespertinas.

Mizoguchi nos entrega el dilema narrándolo desde dentro, con conocimiento, pues él lo vivió en primera persona. Y nos lo sirve en blanco y negro, bajo un continuo juego de espejos, ofreciéndonos en bandeja las dos posturas a elegir: claridad u oscuridad, lo tangible o el reflejo, la dura realidad o la mágica ilusión.
Sines Crúpulos
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow