Sólo el aliciente de ver a Kevin Costner haciendo el papel de psicópata esquizofrénico aparentemente normal pero que pierde el control con su alterego paranoide (un destacable William Hurt), es lo que merece la pena recordar de este film lento en su devenir argumental y final decepcionante, claramente superior si se hubiese quedado en lo que sugieren sus últimos minutos.
Actuación más bien plana de Demi Moore como detective.