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3
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3
6.7
13,874
Drama
Bad Blake (Jeff Bridges) es un cantante de música country que vive al margen de la sociedad, con varios fracasos matrimoniales a sus espaldas, miles de millas recorridas y que con frecuencia se refugia en el alcohol. Cuando parece que apenas hay salvación para él, aparece Jean (Maggie Gyllenhall), una reportera que descubrirá quién es el verdadero Bad, al hombre detrás del músico. (FILMAFFINITY)
1 de abril de 2010
1 de abril de 2010
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primer filme del actor metido a realizador Scott Cooper, Corazón rebelde (traducción del “Crazy Heart”, tema de Hank Williams que titula la película) es también la primera obra del escritor advenedizo Thomas Cobb. En ella se nos narra la historia de Bad Blake (Jeff Bridges), vetusta gloria del country outlaw venido a menos, que se dedica a tocar en tugurios sus greatest hits de “domador del amor”, encender un cigarrillo con la colilla del otro y dormir con mujeres sin rostro de las que escapa matinalmente, después de vomitar. El Malo Blake lleva un par de décadas en un patético estado de melopea, alimentándose con whisky McClure, en compañía de su vieja ranchera Bess y sus guitarras, paseando su decadencia por el desierto de los States. Hace años que no compone ni una sola canción. “Caer es como volar… por un momento”, repite cada noche, cantando al fantasma del éxito pasado. Pero él lleva cayendo lustros. Sin embargo, Blake hallará el amor de improviso, transformándose por completo en un nuevo hombre. Quiere recuperar el tiempo perdido, su paternidad, su conciencia. Beodo de amor la cagará, eso sí, pero de ésta Blake se levantará, dejando de caer.
En la primera secuencia, paisajes americanos se encadenan difuminándose, la música de T Bone Burnett suena melancólica, llenando el plano. Es una constante en la película: la supremacía del sonido sobre la imagen. La narración cronológica de la gira de Blake se sucede de forma transparente, con un montaje elíptico que tricota entre sí las escenas, mostrando una a una las costuras de un guión ramplón y que avanza sin ninguna tensión hacia la transformación del Malo Blake gracias al amor que siente por una joven periodista que lo entrevista. Así, si al comienzo del filme el personaje que interpreta Bridges es un acertado pentimento de “El Nota” (antológico personaje de Bridges en El gran Lebowski (98) de los hermanos Cohen) en versión honky-tonk, que se bebe su primer whiskazo y da su primera actuación precisamente en una bolera, el personaje acaba por parecerse a un Henri Chinaski en plan romántico.
(cont. en spoiler)
En la primera secuencia, paisajes americanos se encadenan difuminándose, la música de T Bone Burnett suena melancólica, llenando el plano. Es una constante en la película: la supremacía del sonido sobre la imagen. La narración cronológica de la gira de Blake se sucede de forma transparente, con un montaje elíptico que tricota entre sí las escenas, mostrando una a una las costuras de un guión ramplón y que avanza sin ninguna tensión hacia la transformación del Malo Blake gracias al amor que siente por una joven periodista que lo entrevista. Así, si al comienzo del filme el personaje que interpreta Bridges es un acertado pentimento de “El Nota” (antológico personaje de Bridges en El gran Lebowski (98) de los hermanos Cohen) en versión honky-tonk, que se bebe su primer whiskazo y da su primera actuación precisamente en una bolera, el personaje acaba por parecerse a un Henri Chinaski en plan romántico.
(cont. en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En su debut, Cooper mimetiza el gesto de los Cohen, y filma de forma entrecortada (lo fragmentario y encorsetado de las escenas es similar a su último, Un tipo serio (09)), con un humor negro subrepticio que va desapareciendo con el metraje, a medida que la cinta toma un color rosáceo y blandichoso de domingo. Sólo la presencia de Jeff Bridges, en una actuación que bien puede merecer una estatua, y la música magnífica de T Bone Burnett, que igualmente pudiera hacerlo, mantienen en pie una historia falsa e indeleble, donde no sabes qué es más ridículo, si el Malo Blake de sobrio padrazo, con la pierna escayolada por quedarse dormido al conducir en busca de su amor o ver a Colin Farrell de cantante country, como la reencarnación de Billy Ray Cyrus.
Así las cosas, lo mejor del film es el documental de registro del cuerpo de Bridges/Blake y su proceso de desintegración vía enfisema, cirrosis, cáncer o derrame cerebral, que él mismo canta en la canción que va componiendo: “El cuerpo te duele / de tocar la guitarra y sudar odio. / Los días y las noches se confunden”. Estudio anatómico y forense de un cuerpo que ya viéramos embalsamado y momificado en Tideland (05), la lisérgica película de Terry Gilliam, y que emparenta Corazón rebelde con El luchador (08) de Aronofsky, ejercicio sobre el cuerpo de Micky Rourke al tiempo que melodramático pastel.
O eso, o cerrar los ojos, y escuchar la música. Porque T Bone, importante productor musical (de Roy Orbison, Elvis Costello o Gillian Welch, por citar algunos) y gran compositor tanto de country oldschool (sus discos suenan al mencionado Hank Williams, pero también a Skip James, a Johnny Cash, a Gram Parsons y al Bruce Sprinsgsteen de Atlantic City) como de bandas sonoras (suyas son las de los filmes de los Cohen O brother (00) (por la que recibió un Oscar), El gran Lebowski y The Ladykillers (04), pero también la de Walk the line (05), sobre la vida de Cash), T Bone, repito, nos ofrece una magnífica colección de country rock reminiscente que hará las delicias de los aficionados. Y es, además, productor del film. Como ocurriera con Walk the line, aunque con la de James Mangold menos incluso, pues Cash existe, lo de cerrar los ojos no es mala idea.
Allende el sonido (y el cuerpo y la actuación de Jeff Bridges), la película de Cooper es muy “in” (muy dentro de la in-dustria): inocua, insignificante, intrascendente, inútil e inane.
Así las cosas, lo mejor del film es el documental de registro del cuerpo de Bridges/Blake y su proceso de desintegración vía enfisema, cirrosis, cáncer o derrame cerebral, que él mismo canta en la canción que va componiendo: “El cuerpo te duele / de tocar la guitarra y sudar odio. / Los días y las noches se confunden”. Estudio anatómico y forense de un cuerpo que ya viéramos embalsamado y momificado en Tideland (05), la lisérgica película de Terry Gilliam, y que emparenta Corazón rebelde con El luchador (08) de Aronofsky, ejercicio sobre el cuerpo de Micky Rourke al tiempo que melodramático pastel.
O eso, o cerrar los ojos, y escuchar la música. Porque T Bone, importante productor musical (de Roy Orbison, Elvis Costello o Gillian Welch, por citar algunos) y gran compositor tanto de country oldschool (sus discos suenan al mencionado Hank Williams, pero también a Skip James, a Johnny Cash, a Gram Parsons y al Bruce Sprinsgsteen de Atlantic City) como de bandas sonoras (suyas son las de los filmes de los Cohen O brother (00) (por la que recibió un Oscar), El gran Lebowski y The Ladykillers (04), pero también la de Walk the line (05), sobre la vida de Cash), T Bone, repito, nos ofrece una magnífica colección de country rock reminiscente que hará las delicias de los aficionados. Y es, además, productor del film. Como ocurriera con Walk the line, aunque con la de James Mangold menos incluso, pues Cash existe, lo de cerrar los ojos no es mala idea.
Allende el sonido (y el cuerpo y la actuación de Jeff Bridges), la película de Cooper es muy “in” (muy dentro de la in-dustria): inocua, insignificante, intrascendente, inútil e inane.