Son más necesarias películas que traten estos temas. Me explico. Estamos más que hartos de películas que glosen la historia de los Estados Unidos haciendo que todos nos maravillemos de cómo son, películas que más que históricas, son propagandísticas, que hacen que los envidiemos. Pero, amigo, todos los países tienen episodios oscuros y vergonzantes y los yanquis no van a ser menos. Es más, muchas veces son más.
Esta película nos lleva a la Guerra de Secesión o Guerra Civil entre el norte moderno y democrático y el sur esclavista y tradicional y de la lucha de uno de ellos contra la injusticia y la segregación racial. De cómo se establece el Estado Independiente del Condado de Jones para separarse de la confederación del Sur, de cómo luchan contra los soldados del uniforme gris y de cómo luego, el Norte tan avanzado y democrático les traiciona para avenirse con sus antiguos enemigos, dejándolos de la mano de Dios. El episodio histórico es realmente valioso e interesante a la vez que desconocido y era necesario hacerle un homenaje, pero, por desgracia, la película no es tan redonda como esta época necesitaba. Gary Ross se ayuda de una narración paralela con un juicio por segregación de uno de los descendientes de Newton Knight para mostrar que muchos de los problemas de la época han seguido vigentes, para la vergüenza de los yanquis hasta el segundo tercio del siglo pasado. Por lo demás, las elipsis son bastante pronunciadas y hacen que el valor dramático se vaya diluyendo poco a poco.
Está protagonizada por Matthew McCounaghey que llena la pantalla con su carisma, es verdad. De eso no le falta al texano, hay que reconocerlo; pero yo me canso de ver sus constantes tics y sus poses. Da igual que interprete a un novio calavera, a un piloto espacial o a un revolucionario de Luisiana.