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Voto de Cabo Hicks:
6
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6
7.0
57,831
Bélico. Drama
Año 1940, en plena 2ª Guerra Mundial. En las playas de Dunkerque, cientos de miles de soldados de las tropas británicas y francesas se encuentran rodeados por el avance del ejército alemán, que ha invadido Francia. Atrapados en la playa, con el mar cortándoles el paso, las tropas se enfrentan a una situación angustiosa que empeora a medida que el enemigo se acerca. (FILMAFFINITY)
30 de julio de 2017
30 de julio de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde una óptica pedagógica, se agradece que de vez en cuando se haga una superproducción con el director de moda para recordar las grandes hecatómbes bélicas de la humanidad. Estas películas son un buen medio para descubrir y recordar. Quién sabe cuantos uniformes o máquinas de guerra se habrán reciclado de la película Dunkirk (1958): volver a contar la misma historia usando los medios técnicos actuales era cuestión de tiempo. Hoy en día el cine bélico se caracteriza por la transmisión del sufrimiento del personaje y un mensaje pacifista (si el film es políticamente correcto): lo principal es entender que las decisiones políticas que llevan al conflicto quedan lejos de las vivencias en los campos de batalla. Si bien la cinta parece alejarse del patriotismo más rancio del cine bélico mainstream, no nos libramos aquí tampoco de cierto elemento patriótico, esta vez representado por la heroicidad basada en dar hasta el último aliento, en lugar del clásico salvador o asesino de masas. Evocar estos sentimientos de nación es un aderezo demasiado tentador, sin él se corre el riesgo de distanciarse demasiado del público, con él se tienen evidentes garantías de éxito.
Dunkerque se encuentra a medio camino entre un documental bélico, el género de desastres y el género Nolan. El género Nolan se distingue por cambios de plano constantes, lo que se podria llamar un ejercicio de fitness visual, a un ritmo cardio moderado a alto en sus momentos más intensos. Sólo se nos deja descansar en las panorámicas o en los travelling aéreos siempre acompañados, eso si, por una banda sonora rítmica y que evoca tensión y épica. Lo peculiar del Nolanismo es que ciertas escenas con más ritmo son situaciones cuyo centro son un grupo de humanos ante una terribe decisión, situaciones que algunas veces tienen poca credibilidad o aparecen delante nuestro mágicamente o con nula preparación, lo que a menudo representa un inconveniente para espectadores con una digestión más lenta.
Las interpretaciones son más que correctas, pero en el nolanismo-documental no se necesitan heroes, Nolan mató al heroe como un Nietzsche de lo artístico. No hay trampa ni chascarrillo para buscar la simpatía por el personaje, vemos seres humanos de comportamiento irreprochable y se nos muestra lo heroico de sus actos sin gran pomposidad, de forma casi humilde, eso si subrayado con impactos musicales marca de la casa. Poner una máscara a Tom Hardy -se ha convertido en un clásico- es lo máximo que se hace en Dunkerque en cuanto a encarnación heroica se refiere. Los héroes de Nolan son pequeños Clint Eastwood empujados por las circumstancias, tan solo hacen “lo que se debe hacer”, no poseen un gran ego. Es suficiente con subrallar su poderío a través de la audiotécnia. Pero, ¿somos capaces de empatizar con los heroes nolanistas?
Sobre la banda sonora, decir que a estas alturas deben existir cientos de compositores con suficiente talento para hacer algo mejor que la de Dunkerque, todos adoradores de Hans Zimmer. El motivo de que el alemán ponga la música quizá responde más a un pacto de amiguetes empresarios que a una preferencia puramente artística, quien sabe qué consecuencias (legales o sociales) tendria el hecho de dar una oportunidad a otro compositor. Zimmer ha desplegado (nuevamente) su software, sus sintetizadores, sus librerías de ruidos mecánico-orgánicos y ha producido pistas para rellenar todo el metraje. Decir que esta es su mejor banda sonora es estar poco familiarizado con el proceso de creación musical. Tuve el placer de ver Interstellar con una orquestra completa, arpa y armarios de sintetitzadores incluidos. Fue impresionante, pero sinceramente, la partitura ya no estaba a la altura de Gladiator (además de que afirmar que Gladiator es obra puramente suya es probablemente erróneo), no digamos ya la de Dunkerque.
¿Es original la película? ¿Cuanto cine bélico y de desastres, dónde las personas son empujadas, aplastadas y llevadas al extremo se ha hecho ya? Nolan aporta aquí dos cosas, su ya conocida multidimensionalidad temporal, totalmente prescindible en esa película, y su microgestión del drama humano al límite. En este sentido, Nolan no es capaz de transmitir empatía por sus personajes ni las situaciones explicadas. ¿Qué queda pues, sino el documental?
Dunkerque se encuentra a medio camino entre un documental bélico, el género de desastres y el género Nolan. El género Nolan se distingue por cambios de plano constantes, lo que se podria llamar un ejercicio de fitness visual, a un ritmo cardio moderado a alto en sus momentos más intensos. Sólo se nos deja descansar en las panorámicas o en los travelling aéreos siempre acompañados, eso si, por una banda sonora rítmica y que evoca tensión y épica. Lo peculiar del Nolanismo es que ciertas escenas con más ritmo son situaciones cuyo centro son un grupo de humanos ante una terribe decisión, situaciones que algunas veces tienen poca credibilidad o aparecen delante nuestro mágicamente o con nula preparación, lo que a menudo representa un inconveniente para espectadores con una digestión más lenta.
Las interpretaciones son más que correctas, pero en el nolanismo-documental no se necesitan heroes, Nolan mató al heroe como un Nietzsche de lo artístico. No hay trampa ni chascarrillo para buscar la simpatía por el personaje, vemos seres humanos de comportamiento irreprochable y se nos muestra lo heroico de sus actos sin gran pomposidad, de forma casi humilde, eso si subrayado con impactos musicales marca de la casa. Poner una máscara a Tom Hardy -se ha convertido en un clásico- es lo máximo que se hace en Dunkerque en cuanto a encarnación heroica se refiere. Los héroes de Nolan son pequeños Clint Eastwood empujados por las circumstancias, tan solo hacen “lo que se debe hacer”, no poseen un gran ego. Es suficiente con subrallar su poderío a través de la audiotécnia. Pero, ¿somos capaces de empatizar con los heroes nolanistas?
Sobre la banda sonora, decir que a estas alturas deben existir cientos de compositores con suficiente talento para hacer algo mejor que la de Dunkerque, todos adoradores de Hans Zimmer. El motivo de que el alemán ponga la música quizá responde más a un pacto de amiguetes empresarios que a una preferencia puramente artística, quien sabe qué consecuencias (legales o sociales) tendria el hecho de dar una oportunidad a otro compositor. Zimmer ha desplegado (nuevamente) su software, sus sintetizadores, sus librerías de ruidos mecánico-orgánicos y ha producido pistas para rellenar todo el metraje. Decir que esta es su mejor banda sonora es estar poco familiarizado con el proceso de creación musical. Tuve el placer de ver Interstellar con una orquestra completa, arpa y armarios de sintetitzadores incluidos. Fue impresionante, pero sinceramente, la partitura ya no estaba a la altura de Gladiator (además de que afirmar que Gladiator es obra puramente suya es probablemente erróneo), no digamos ya la de Dunkerque.
¿Es original la película? ¿Cuanto cine bélico y de desastres, dónde las personas son empujadas, aplastadas y llevadas al extremo se ha hecho ya? Nolan aporta aquí dos cosas, su ya conocida multidimensionalidad temporal, totalmente prescindible en esa película, y su microgestión del drama humano al límite. En este sentido, Nolan no es capaz de transmitir empatía por sus personajes ni las situaciones explicadas. ¿Qué queda pues, sino el documental?