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España España · Shangri-la. Andalucía
Voto de Maggie Smee:
4
Drama En 2010, las mujeres que integran una colonia religiosa tratan de reconciliarse con la fe tras haber sufrido una serie de agresiones sexuales. (FILMAFFINITY)
24 de marzo de 2023
33 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son varias las razones que hacen de “Ellas hablan” (Women Talking) un film fallido. Precisamente, el año pasado la prefirieron para los Oscars, aunque en dos apartados nada más (película y guión adaptado) antes que “Al descubierto” (cuyo título original era “Ella dijo”). En ambas, tras el movimiento “Me Too”, surgen estas producciones donde sus títulos dejan claro que la mujer se manifiesta, pero mientras la película de Maria Schrader se desenvuelve con cierto interés, esta de Sarah Polley, “Ellas hablan”, se convierte en un film más reiterativo y tedioso, cuyo Oscar al mejor guion adaptado se justifica solamente por intentar premiar el “bienbuenismo” obligado de la Academia de cara a la galería. En todo caso hubiera sido mejor la elección la de Maria Schrader porque “Ellas hablan”, como decíamos al principio, es fallido, con errores de base que impiden que sea ni siquiera un film correcto.

Su adaptación es bastante mediocre, deja mucho que desear y el “aire teatral” (en el peor sentido del concepto) está presente todo el metraje, plagado de diálogos en los que se notan los momentos de réplica: ahora es el turno de esta, luego le toca a la otra... todo eso intercalado con algunas imágenes del resto de compañeras, como muy interesadas en lo que una y otra vez se dice. Su directora ha decidido revestirla con una fotografía de Luc Montpellier “retocada”, con unos tonos oscuros, grises y ocres, como en plan “dogma” para darle una atmósfera falsamente realista que subraye aún más el drama que se nos cuenta y que no solamente es innecesario, si no que acaba restando verosimilitud y hartando, incapaz de sacar matices de la campiña donde se ha rodada, con contados momentos de atardeceres que pretenden evocar el cine de Malick, pero que se convierten en escenas irrelevantes de escasa belleza.

La estupenda banda sonora de Hildur Guonadóttir (que no alcanzó ser nominada al Oscar por ninguno sus trabajos este año) fue injustamente ignorada, cuando realmente es casi de lo mejor de la película.

El capítulo interpretativo puede llegar a ser el más doloroso, porque el ramillete de actrices en su elenco es muy atrayente, pero finalmente carece de atractivo porque no terminan de poder dar el callo. La mayoría van vestidas de negro con sus pañuelos en la cabeza, que parecen emular a Irene Papas en una tragedia griega o un rollo pseudo lorquiano, pero se estancan en su apariencia, delatando sus limitados personajes. Resalta quizás Rooney Mara por ser algo diferente del resto y haber imprimido cierta dulzura a la relación con Ben Whishaw. El caso contrario, las más desafortunadas son Jessie Buckley, actriz que nunca había visto tan forzada como aquí, y su coproductora (junto a Brad Pitt entre otros), Frances McDormand, muy desaprovechada, la que menos aparece, y es como una Doña Rogelia paródica de la tragedia de Puerto Hurraco, que también poco nos importa.

Y lo que son las cosas. Aunque la autora Miriam Toews, se crió en una colonia menonita canadiense, y en teoría ha vivido mucho de lo que cuenta, todo se queda en intenciones, en denuncias que hoy se producen tras muchos silencios, pero no es contundente. Si se pone mucha voluntad se sigue, porque realmente es una tragedia lo que se cuenta, pero no arrastra al espectador. Falta engancharnos a las vísceras, precisamente a su guionista y su directora, que eso era fundamental, y se queda en un film que no deja ninguna huella, que no plantea ninguna diatriba porque todos/as estamos con ellas, no hay tensión y ni siquiera numeritos de actrices en estado de gracia. Quizás al ser una producción de la “resucitada” Orion Pictures, se encuentren las razones del posible apoyo de la industria, porque hay poco donde rascar.
Maggie Smee
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