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Voto de bixo:
9
9.0
175,567
Drama
América, años 40. Don Vito Corleone (Marlon Brando) es el respetado y temido jefe de una de las cinco familias de la mafia de Nueva York. Tiene cuatro hijos: Connie (Talia Shire), el impulsivo Sonny (James Caan), el pusilánime Fredo (John Cazale) y Michael (Al Pacino), que no quiere saber nada de los negocios de su padre. Cuando Corleone, en contra de los consejos de 'Il consigliere' Tom Hagen (Robert Duvall), se niega a participar en ... [+]
1 de julio de 2011
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada nuevo voy a contar de esta película, la de mejor puntuación a día de hoy en esta página, casi ná. 'Una historia atractiva', 'unos personajes inolvidables', 'la fotografía exquisita', 'la ambientación inmejorable', son tan sólo algunos de los piropos con los que el aficionado al cine de cualquier los rincón adularía a este gigante. Pero una obra maestra no vive exclusivamente de estos aspectos técnicos y argumentales de orden más amplio; las diferencias en muchas ocasiones las marcan los pequeños detalles, fugaces en una escena, y que, en apenas unos segundos, revelan hechos, ideas y sentimientos que requerirían de muchas letras que ser plenamente desarrollados. Ese es el lenguaje del cine, y en ‘el padrino’ estos susurros bullen a fuego lento para gestar, escena a escena, una obra digna por sí misma de encumbrar al cine a la categoría del ‘séptimo arte’.
En el 'spoiler', un ejemplo.
En el 'spoiler', un ejemplo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El coche se aproxima, despacio, hacia la entrada del hospital. Quieren asegurarse de que todo marcha según los planes, el trabajo debe ser rápido, limpio y, ante todo, silencioso, pero a medida que se acercan a su destino la silueta de dos hombres se hace patente frente al portal. Algo va mal, deceleran aun la velocidad hasta casi detenerse frente a ellos. Entones el hombre a su izquierda mueve ligeramente un brazo con la intención de mostrarles su arma. No alcanzaron a verla, era noche cerrada, pero la argucia funcionó y el coche, acelerando, desapare de nuevo en la noche.
En la huída, Michael les siguió con la mirada. El hijo del pastelero, a su izquierda, trataba de retomar el aliento. Echó mano a su paquete de cigarrillos, pero éstos se escurrían entre sus temblorosos dedos. Su improvisado compañero de guardia le ayudó en la tarea al tiempo que le agradecía la ayuda prestada. Cuando prendió el mechero, Michael fue consciente de ello: su pulso se mantenía inalterado; su corazón helado destempló de una punzada todo su ser. En ese instante certero lo supo. Él, que renegaba, era el más apto de la familia.
En la huída, Michael les siguió con la mirada. El hijo del pastelero, a su izquierda, trataba de retomar el aliento. Echó mano a su paquete de cigarrillos, pero éstos se escurrían entre sus temblorosos dedos. Su improvisado compañero de guardia le ayudó en la tarea al tiempo que le agradecía la ayuda prestada. Cuando prendió el mechero, Michael fue consciente de ello: su pulso se mantenía inalterado; su corazón helado destempló de una punzada todo su ser. En ese instante certero lo supo. Él, que renegaba, era el más apto de la familia.