Los odiosos ocho ha triunfado dentro de mi persona de una manera tan inesperada que era la última película que hubiera dicho que podía volverme a hacer llegar el Tarantino más propio. Sí, sus últimas películas estaban bien aunque quedé decepcionado con Django, pero echaba de menos un poco de lo anterior. Además, el western es un género en el que nunca me siento cómodo, y ver como un director que te gusta se adentra tanto últimamente en un género del que no puedes estar más alejado acaba por desmoralizar. Resumiendo, no estaba preparado para que Los Odiosos Ocho se convirtiera en, probablemente, mi película favorita de Tarantino.

Pero no nos engañemos, o mejor dicho, no debería permitir engañarme a mí mismo. En el fondo, Tarantino lleva haciendo westerns toda la vida. Sus tramas y sus apuestas en general funcionarían exactamente igual en una escenografía típica del western. Tomad Kill Bill si no y buscad los elementos propios del género en todo su desarrollo. Tomad ahora Los Odiosos Ocho y... vaya, resulta que es la película con menos dosis de western casi de toda su filmografía reciente. Tomad la película y llevadla a otro escenario, a otra época si lo preferís o a otro continente. La película sigue funcionando exactamente igual de bien.

Como dice Marquis Warren en uno de los momentos memorables de la película, "vamos poco a poco". Los Odiosos Ocho es una película con un ritmo calmado, con reflexiones a dos bocas que inundan una película de guión. A veces uno no puede evitar pensar lo increíblemente bien que quedaría esta película como una representación teatral. Es un ritmo calmado, sí, pero necesario, y en ningún momento me transmitió la sensación de querer sobrepasar adrede una duración estándar. Tarantino cocina su estofado con mimo, a fuego muy lento, y una vez que lo pruebas sabes que es suyo.

Pero dentro de este ritmo casi decelerado, encontramos todo lo vertiginoso del cine de Tarantino. No podía ser de otra manera al encerrar en una cabaña a un montón de personajes llenos de acidez y con intereses tremendamente incompatibles durante unas condiciones climatológicas pésimas. La sangre vuelve a quedar fenomenal sobre la nieve, y ya sabéis que el director no recorta presupuesto en cuanto a litros de dicho líquido.

Por todo esto y por muchas cosas más que tampoco necesitan de más explicación, Tarantino parece haber reunido en Los Odiosos Ocho toda su filmografía, su buena visión del cine a la misma vez compaginado con sus propias pasiones de adolescente. Sus portentosos, bellos e intimidantes planos largos con enfoques centrados en el cañón de la pistola que apunta a la pantalla dominadas por personajes de gatillo fácil. Sus reflexiones profundas sociopolíticas con historias de negros que meten sus partes íntimas en bocas blancas. Sangre y nieve.