La primera entrega es mucho más equilibrada, pero ésta incluso la supera en su primera parte. De hecho, sorprende lo buena que es Blade II en su principio y lo mala que es en su segunda parte, cuando se acaba tomando demasiado en serio.

Y es que si algo destaca en Blade II es que esta vez Wesley Snipes, o Blade, como prefiráis, sonríe. Hay una cantidad de chascarrillos tan grande, de salidas de tono, de vaciladas y de testosterona en juego que catalogar Blade II como una comedia no es ninguna ridiculez. El carisma de Snipes traspasa al propio personaje, y uno casi que anhela una película paródica de su predecesora. Desgraciadamente, todo adquiere un tono más serio a mitad de película y cuando del Toro se centra en contar la historia acaba olvidándose de entretener.

Secundarios maravillosos como Perlman, un anecdóotico Norman Reedus que ahora tiene más valor después del paso del tiempo, un Kristofferson de vuelta y un subejército vampírico que casi recuerda a los marines de Aliens de James Cameron. Muchos buenos ingredientes para una película irregular, que podría haber superado a la primera a poco que hubiera sido más valiente.