Tres anuncios en las afueras goza de un estupendo guión, aunque no sea redondo, porqué la historia es tan lineal que bien pudiera continuar indefinidamente narrando las peripecias de los protagonistas. Justo es reconocer que la sucesión de anécdotas y situaciones, logra mantenerte atento a la pantalla toda la proyección, y que incluso desearías que la escena final -tan abierta como increible- continuase ofreciéndote otra hora de entretenimiento.

Sin embargo también puedes preguntarte qué hay más allá de esas caricaturas de personajes, de sus comportamientos disparatados o excesivos. ¿Es este el retrato real de la América profunda?. ¿No es todo demasiado superficial?. El mensaje que el autor -director y guionista- nos manda parece corroborarlo: si te dejas llevar por la ira serás una mala persona, aunque en el fondo no lo seas; si te dejas llevar por el amor, puedes sacar lo mejor que hay en ti y servir a los demás. Tan bonito como simple. Parece un mensaje de la congregación evangélica.

La verdad es que esperaba más, quizá pensando en Fargo. Nada que ver. Aquí el uso constante del humor negro y del sarcasmo, desequilibra la historia jugando una mala pasada a su propio contenido dramático y abortando cualquier atisbo de emoción.
Después de un inicio prometedor (la contratación de los anuncios y la motivación de la protagonista) la tensión se va diluyendo e incluso puedes permanecer con la sonrisa puesta toda la película: la comedia negra se adueña del drama.
También es cierto que Martin McDonagh no ha pretendido hacer un thriller. Ni por asomo le ha interesado resolver la violación con asesinato que da pié a su película.