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España España · Barcelona
Voto de Joan Quel:
7
Drama Sandra Dawson (Claudia Cardinale) regresa al pueblo de su infancia, Volterra, en la Toscana, y lo hace acompañada de Andrew, su marido (Michael Craig). Una vez instalada en su casa natal, la persigue el recuerdo de su padre, muerto en el campo de concentración de Auschwitz. (FILMAFFINITY)
31 de julio de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vaghe Stella Dell'Orsa (Errantes Estrellas de la Osa Mayor) es un film poco conocido de Luchino Visconti, pero no menor. Pudo ser una obra de teatro, ya que se desarrolla casi totalmente en interiores, pero ha sido rodada muy cinematográficamente, con abundancia de primeros planos y en un precioso blanco y negro con cuidados encuadres. Sin embargo las escenas de exteriores, aunque escasas, son esenciales en la trama.
La historia se inicia con el regreso a Volterra de Sandra y su marido americano, después de años de ausencia. La visita tiene como objeto ceder a la ciudad como parque público el jardín de su palacio, en homenaje a su padre asesinado en Auschwitz. Allí deberá enfrentarse a su madre demente, su padrastro y de forma especial a su hermano, con quien que se encuentra inesperadamente. Éste ha escrito una novela autobiográfica que pretende publicar, relatando el escandaloso pasado de ambos cuando eran adolescentes. Su título es el de la película. Desde el primer momento de su reencuentro, se adivina la turbia relación que los unió y los separó, presintiéndose el drama que va a ser el nucleo de la historia.
Se ha escrito que la película es una moderna versión del mito de Electra y su hermano Orestes, pero por encima de todo es el retrato de una clase alta en agónica decadencia, como el vetusto palacio que habitaron o la propia Volterra. Una decadencia de la que los hermanos, Sandra y Gianni, son los últimos exponentes. Sandra, una bellísima Claudia Cardinale en todo su esplendor, es el eje de la historia. No en vano su nombre es el título internacional de la película. En el rostro de Claudia, en sus ojos y en su mirada, Visconti afirmó una vez que podía ver la permanencia de la mujer etrusca dos mil años después. Esa belleza antigua, aristocrática, es lo que queda del mundo en ruinas del que Andrew, el marido, quiere huir. El no está contaminado por esa telaraña de sombría melancolía que envuelve y atenaza a Sandra, siendo por tanto el único que puede arrancarla de sus fantasmas, aunque el destino ya tiene previsto el final.
Joan Quel
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