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Voto de Ulher:
8
Voto de Ulher:
8
7.0
30,114
22 de septiembre de 2015
22 de septiembre de 2015
144 de 168 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de dejarlo todo preparado para el viaje sin retorno. De despedirse sin dejar cabos sueltos. De mirar con nostalgia y temor ese minutero cabrón que no cesa. Cesc Gay se apunta a esa ola emergente de películas centradas en saber decir adiós desde un prisma menos familiar, imprimiendo ternura, y desechando cualquier acercamiento al drama de manual. Vertiente que encontró su mayor representación hace ya más de una década en "Mi vida sin mí", magistral ejercicio de estilo y contención de Isabel Coixet.
Precisamente ahora nos encontramos con varias cintas que versan en la introspección del enfermo y su visión ante la propia ausencia. Obras que priorizan la forma en un fondo que se antoja cotidiano. Sin ir más lejos, Médem con la cursi y emotiva "ma ma", o la incisivamente simpática triunfadora en el último Sundance, "Me and Earl and The Dying Girl". "Truman", sin embargo, despliega toda su emotividad en la palabra, sin mayores artificios. Aquí no hay cámaras danzando ni luces color pastel para conseguir tocar al espectador. Gay camina por el dolor verdadero desde ese asfalto que pisamos cada día, dotando de un realismo hiriente a cada situación. Porque si de algo puede presumir el catalán es de mantener pulso en su escritura. Más ahora, cuando el tema es blanco de todos los dardos.
El cineasta, con una voz muy marcada, paradigma del sibaritismo patrio, firma su obra más redonda. Las copas siguen sosteniendo vinos caros, los portales no pueden tener más encanto pero Gay se apunta el mayor de sus tantos en este ejercicio de dolorosa honestidad, utopía en los últimos años. Estamos, por tanto, ante una película sencilla en su concepción que irradia honradez obteniendo el aplauso de un público que se siente agradecido ante tanta franqueza.
"Truman" es un filme de valores en peligro de extinción que anhelamos recuperar. Porque nos rechina la amistad sin contrapartida. La generosidad que no obtiene moneda de cambio. Esa misma que han entregado dos animales de la escena. Dos actores que se abren en canal para construir una química apabullante. Ricardo Darín sentenciando lo que es, una bestia sobre las tablas, aquí en un papel arriesgado que resuelve con maestría y sensibilidad dando la réplica a un Javier Cámara inconmensurable cuya mirada traspasa la pantalla.
Con esta particular entrevista con la muerte, Gay apunta directo al corazón de una manera sutil, cercana, entregando una de las despedidas más dolorosas que se han filmado en años. Imposible no salir tocado de una cinta que es puro sentimiento.
Precisamente ahora nos encontramos con varias cintas que versan en la introspección del enfermo y su visión ante la propia ausencia. Obras que priorizan la forma en un fondo que se antoja cotidiano. Sin ir más lejos, Médem con la cursi y emotiva "ma ma", o la incisivamente simpática triunfadora en el último Sundance, "Me and Earl and The Dying Girl". "Truman", sin embargo, despliega toda su emotividad en la palabra, sin mayores artificios. Aquí no hay cámaras danzando ni luces color pastel para conseguir tocar al espectador. Gay camina por el dolor verdadero desde ese asfalto que pisamos cada día, dotando de un realismo hiriente a cada situación. Porque si de algo puede presumir el catalán es de mantener pulso en su escritura. Más ahora, cuando el tema es blanco de todos los dardos.
El cineasta, con una voz muy marcada, paradigma del sibaritismo patrio, firma su obra más redonda. Las copas siguen sosteniendo vinos caros, los portales no pueden tener más encanto pero Gay se apunta el mayor de sus tantos en este ejercicio de dolorosa honestidad, utopía en los últimos años. Estamos, por tanto, ante una película sencilla en su concepción que irradia honradez obteniendo el aplauso de un público que se siente agradecido ante tanta franqueza.
"Truman" es un filme de valores en peligro de extinción que anhelamos recuperar. Porque nos rechina la amistad sin contrapartida. La generosidad que no obtiene moneda de cambio. Esa misma que han entregado dos animales de la escena. Dos actores que se abren en canal para construir una química apabullante. Ricardo Darín sentenciando lo que es, una bestia sobre las tablas, aquí en un papel arriesgado que resuelve con maestría y sensibilidad dando la réplica a un Javier Cámara inconmensurable cuya mirada traspasa la pantalla.
Con esta particular entrevista con la muerte, Gay apunta directo al corazón de una manera sutil, cercana, entregando una de las despedidas más dolorosas que se han filmado en años. Imposible no salir tocado de una cinta que es puro sentimiento.