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Voto de Hemispheres:
8

Voto de Hemispheres:
8
7.0
30,084
11 de noviembre de 2015
11 de noviembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El nacimiento es el primer estadio hacia la muerte, todo ser humano es consciente que ha de morir, pero cuando sabemos que nuestra fecha de caducidad existencial, como Julián, es inminente, ¿cómo la afrontamos? ¿Como la sentimos?... Pues de ésta, y muchas otras cosas, diserta esta admirable película, sin afortunadamente, caer en la sensiblería barata y lacrimógena, que hubiera sido lo simple, si bien es imposible que las entrañas no se conmuevan en algunas secuencias, no se puede ser totalmente inmune cuando se despliegan emociones de tanta intensidad. Julián nos da una lección de entereza y sobriedad ante el advenimiento de su ocaso vital, si hace lo correcto o no... todo es relativo, nadie puede, ni debe, juzgarlo, pero sabe lo que hace, sus actos son firmes y seguros... Está aprendiendo a morir, con dignidad y orgullo...
Mientras, está Truman, su perro, que es el atento vigilante de su conciencia, todo lo conoce de Julián, y no sólo eso, también comprende los entresijos de su alma, su mente cánida empatiza con la de su amo en una simbiosis geométrica. Sin lugar a dudas, es su mejor psicólogo.
Tomás es diametralmente opuesto a su amigo, pero lo quiere por lo que es, por lo que representa, por lo que fue y será en su memoria, por su ínclita idiosincrasia... Por eso no le pide explicaciones por su comportamiento, amar a alguien es comprenderlo, algo que parece fácil y al mismo tiempo es tan complicado.
Julián en su recta final también se da cuenta de muchas cosas, es hora de hacer balance, de lo que pudo ser y no fue, de que todo pasa y todo queda, de que la vida es una tragicomedia y sobretodo que mientras estás vivo y te quede un hálito de vida puedes decir o hacer aquello que nunca te atreviste a decir o hacer, porque si triste es arrepentirte de algo que hiciste, todavía lo es más de lo que no hiciste, pues como decía mi querido Don Antonio Machado recuerda que "Hoy es siempre todavía"...
Mientras, está Truman, su perro, que es el atento vigilante de su conciencia, todo lo conoce de Julián, y no sólo eso, también comprende los entresijos de su alma, su mente cánida empatiza con la de su amo en una simbiosis geométrica. Sin lugar a dudas, es su mejor psicólogo.
Tomás es diametralmente opuesto a su amigo, pero lo quiere por lo que es, por lo que representa, por lo que fue y será en su memoria, por su ínclita idiosincrasia... Por eso no le pide explicaciones por su comportamiento, amar a alguien es comprenderlo, algo que parece fácil y al mismo tiempo es tan complicado.
Julián en su recta final también se da cuenta de muchas cosas, es hora de hacer balance, de lo que pudo ser y no fue, de que todo pasa y todo queda, de que la vida es una tragicomedia y sobretodo que mientras estás vivo y te quede un hálito de vida puedes decir o hacer aquello que nunca te atreviste a decir o hacer, porque si triste es arrepentirte de algo que hiciste, todavía lo es más de lo que no hiciste, pues como decía mi querido Don Antonio Machado recuerda que "Hoy es siempre todavía"...