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Voto de vircenguetorix:
7

Voto de vircenguetorix:
7
6.4
598
15 de mayo de 2007
15 de mayo de 2007
32 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya no se hacen películas de perdedores. El cine de nuestros días siempre narran historias de gente importante que aunque caigan posteriormente se encontraron en algún momento en la cumbre. Y las pocas que lo hacen de verdad tienen un sentido excesivamente social y de denuncia demasiado político que no me interesa.
Por eso me gusta “Los temerarios del aire”, que no es gran cosa en realidad, pero tiene ese sabor de cine clásico, de cómo te puede contar una película de acción sin prisas, y mezclando perfectamente escenas trepidantes con otras de muchas totalmente tranquilas y pausadas. Aquí los actores no dan voces, ni corren continuamente ni tienen que saltar tres metros del suelo como si fueran sacados de una consola de videojuegos.
La historia de estos tres tipos que llegan a un pueblo del medio oeste americano y se juegan la vida para obtener cuatro duros es estupenda. Y encuentran en su soledad el amor. Y todo ello sin emotivismo, al contrario con crudeza, con frialdad, como es su trabajo, como es su vida...
Es la diferencia de ver a “Le llaman Bodhi” –que aún así es de las mejores de este tipo de cine de acción- donde son jóvenes, guapos y piensan que la adrenalina es su segundo apellido a estos otros hombres, personajes adultos, maduros, entrados ya en años y con algún kilo de más que lo que más desean en realidad es descansar.
De nuevo un reencuentro de Deborah Kerr con Burt Lancaster, después de “Mesas separadas” y “De aquí a la eternidad”, y están igual de bien que siempre, y mejor aún ese magnífico Gene Hackman.
Todo ello dirigido con la maestría de John Frankenheimer, que venía de rodar “El hombre de Kiev”, que a pesar de estar un tanto olvidado hoy fue uno de los mejores directores de los años sesenta y el mejor de los que venía de la televisión junto con Franklin J. Schaffner y Sidney Lumet.
Una película triste, hermosa, paradigma de cómo se puede conjugar a la perfección la pura acción y el drama como se conjuga la acción con el drama y que consigue que recordemos a todos aquellos hombres y mujeres que se juegan la vida en espectáculos circenses para divertir a la masa y que lo hacen perdiendo la vida pero con más dignidad que la mayoría de los jugadores de fútbol y las estrellas del rock.
Por eso me gusta “Los temerarios del aire”, que no es gran cosa en realidad, pero tiene ese sabor de cine clásico, de cómo te puede contar una película de acción sin prisas, y mezclando perfectamente escenas trepidantes con otras de muchas totalmente tranquilas y pausadas. Aquí los actores no dan voces, ni corren continuamente ni tienen que saltar tres metros del suelo como si fueran sacados de una consola de videojuegos.
La historia de estos tres tipos que llegan a un pueblo del medio oeste americano y se juegan la vida para obtener cuatro duros es estupenda. Y encuentran en su soledad el amor. Y todo ello sin emotivismo, al contrario con crudeza, con frialdad, como es su trabajo, como es su vida...
Es la diferencia de ver a “Le llaman Bodhi” –que aún así es de las mejores de este tipo de cine de acción- donde son jóvenes, guapos y piensan que la adrenalina es su segundo apellido a estos otros hombres, personajes adultos, maduros, entrados ya en años y con algún kilo de más que lo que más desean en realidad es descansar.
De nuevo un reencuentro de Deborah Kerr con Burt Lancaster, después de “Mesas separadas” y “De aquí a la eternidad”, y están igual de bien que siempre, y mejor aún ese magnífico Gene Hackman.
Todo ello dirigido con la maestría de John Frankenheimer, que venía de rodar “El hombre de Kiev”, que a pesar de estar un tanto olvidado hoy fue uno de los mejores directores de los años sesenta y el mejor de los que venía de la televisión junto con Franklin J. Schaffner y Sidney Lumet.
Una película triste, hermosa, paradigma de cómo se puede conjugar a la perfección la pura acción y el drama como se conjuga la acción con el drama y que consigue que recordemos a todos aquellos hombres y mujeres que se juegan la vida en espectáculos circenses para divertir a la masa y que lo hacen perdiendo la vida pero con más dignidad que la mayoría de los jugadores de fútbol y las estrellas del rock.