Es una película vacía de contenido, que intenta reflejar una época a través de varias generaciones. Lamentablemente, salvo por lo visual que gracias a la experiencia de Tornatore despliega tecnicismo, la película se torna grotesca de a ratos, inverosímil y hasta engañosa. Muy lejana a aquella Cinema Paradiso de la cual se nutre, intentando emular ese toque nostálgico que nos hizo emocionar, y que en Baaria ningún elemento alcanza para conseguirlo. También muy lejana a La meglior juventú a la que pareciera asemejarse. Sí, a primera vista las evoca pero se va perdiendo en agua de borrajas. El personaje principal no tiene consistencia, es ambiguo y a prima facie no tiene estatura para un cargo político, pero seguramente el partido comunista no estaba conformado todavía, y éste pareciera lo suficientemente maleable e ingenuo como para creerse un futuro líder. Tal vez la película nos deja dos máximas: que la política se vale de cualquier medio y que los políticos son exactamente como Pepino, inseguro, indolente y sobornable, y que al final de la vida llegan solos, agotados y vacios. Y finalmente, deja el sabor amargo que queda cuando uno se da cuenta de que el mucho abarca poco aprieta.