Hay películas que nos dan placer por las historias. Esas son las que a mí más me gustan. Hay película que nos dan placer por la música, o por un personaje, o por la fotografía o por los escenarios... en fin, podemos encontrar múltiples razones para gustar de las películas que amamos. Upstream Color no es mi tipo de película pero, ¡vaya!, me gusta. Tiene el encanto de un animal raro. Sin embargo, lo que aquí ocurre es que el filme tiene gran factura por el trabajo de edición que hace sobresalir a su director, Shane Carruth, y a su equipo de trabajo. Todo está meticulosamente puesto para que el espectador haga su propia historia y él mismo se la cuente y la interprete. Es un placer verla así no nos lleve a nada, así uno no sienta más que un amasijo de hechos que pretensiosamente quieren contar no se sabe qué. Estoy seguro de que esta película será vista de nuevo, tratando de concretar alguna interpretación. Lo que puedo decir por lo pronto es que es un filme que vale la pena ver por ese aura hipnótico que logra atarnos a la silla sin que uno se fastidie ni sienta que todo está perdido. Hay algo que se gana: experiencia estética de primer nivel.