"Me encanta que los planes salgan bien"....o algo muy del estilo seguramente Michel Hazanavicius dejó filtrar entr una media sonrisa tras el primer visionado del filme tras el montaje final. Y es que "The Artist" no es una película simplemente, o mejor dicho, no sólo es una película; es una culminación magistral. El papel lo aguanta todo y por eso, sobre una mesa del Pentágono casi cualquier operación militar es realizable...luego la realidad se encarga de resaltar las deficiencias. El sr. Hazanavicius al más puro estilo “Navy Seal” ha ejecutado la misión de un modo tan soberbio que no es posible sospechar la existencia de algún contratiempo no calculado con anterioridad.

Una de las técnicas más empleadas para muscular la capacidad creativa de un individuo es limitar los recursos de tal modo que se vea forzado a sacar petróleo de donde no lo hay. Por ejemplo, una forma de aumentar la capacidad de improvisar de un guitarrista de jazz es limitarle el uso de cuerdas.
- Tienes que improvisar sobre estos acordes pero sólo puedes usar 2 cuerdas de las 6 que tiene la guitarra.
Este es un ejercicio muy común y supongo que se fundamenta en el hecho de que “el hambre agudiza el ingenio”. Llevándolo al plano cinematográfico tengo la sensación que voluntaria o involuntariamente, Michel Hazanavicius ha tenido que sacar creatividad de debajo de las piedras para compensar la traba de que no hay diálogos en la película. Esta línea roja a la que ha jurado fidelidad el director/guionista ha dado como fruto unos recursos narrativos simplemente maravillosos. Ha tenido que suplir el sentido del habla con el resto de los sentidos que el cine tiene a su alcance y lo ha hecho como un verdadero artista...con elegancia e imaginación.

Para mi “The Artist” no sólo es una buena película por lo que cuenta, sino que me parece magistral por el “cómo” lo cuenta y por eso, en mi opinión, debería entrar en la próxima revisión de “1001 películas que deberías ver antes de morir”.