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Voto de Andrea:
10
Animación. Fantástico. Drama Basada en un cuento popular japonés anónimo del siglo IX, "El cortador de bambú". La historia comienza cuando una pareja de ancianos campesinos encuentra a una niña diminuta dentro de una planta de bambú, y deciden adoptarla como si fuera su hija. Pasan los años, y rápidamente se convierte en una hermosa mujer pretendida por muchos hombres poderosos. (FILMAFFINITY)
11 de mayo de 2015
64 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
La belleza de esta película es deslumbrante. En la estética minimalista de Takahata, cada trazo lleva una fuerza expresiva asombrosa. Las herencias del arte japonés, del impresionismo y del expresionismo se funden con una sabiduría y una sensibilidad artística conmovedoras. En varios momentos tuve ganas de llorar. No por la historia, sino porque tanta belleza me resultaba sobrecogedora.

He visto prácticamente toda la filmografía del Estudio Ghibli y amo profundamente las obras de Miyazaki, las llevo todas en el corazón. Sin embargo no puedo evitar preguntarme por qué Miyazaki ha tenido el justo reconocimiento de público, mientras este cuento de la princesa Kaguya ha sido un fracaso en la taquilla e incluso entre los aficionados de Ghibli.

¿Por qué una película tan sincera y tan bonita ha llegado al corazón de pocas personas?

Se me ocurre algo que he leído hace tiempo sobre Yasuiro Ozu y Akira Kurosawa: decía que Ozu no tuvo el éxito internacional que tuvo Kurosawa por ser el "más japonés" de los 2 (o de los 3, si incluimos también a Kenji Mizoguchi). Muchos rasgos de su arte resultan de difícil comprensión para quien no conozca la cultura y la historia japonesas, las formas de interacción entre las personas (lenguaje verbal y corporal) y sobre todo la sensibilidad japonesa. En cierta manera, las películas de Kurosawa son más abstractas, etimológicamente hablando: cuentan pasiones y conflictos universales que, por su carácter primitivo, pertenecen a toda cultura humana. El Japón de las obras de Kurosawa es siempre un Japón mítico, incluso cuando habla de la desolación postguerra. Y el mito, por definición, es un producto sobre-cultural, habla a todos.

No quiero decir que Takahata se parece a Ozu y Miyazaki a Kurosawa, por supuesto: Ozu era un hombre de un Japón que ya no existe, que se ha transformado hasta ser casi irreconocible; Takahata no es un muchacho, pero es más moderno, ha absorbido mucho de la cultura europea, por ejemplo. En cuanto a Kurosawa, su estilo era mucho más estilizado y expresionista que el de Miyazaki. Sin embargo, sí creo que el arte de Miyazaki es un arte mítico, sus héroes son universales, llegan con facilidad al corazón de un japonés como de un europeo: la crisis adolescencial de Kiki (Nicky, en España) tiene puntos de contacto con la historia de cualquiera de nosotros; Mononoke y Nausicaä expresan el amor por la naturaleza y las instancias ecologistas que existen en toda cultura, y la fantasía desbordante con la que están moldeados los mundos de Chihiro y de Ponyo es un lenguaje que cruza cualquier frontera, salvo la de una mente aburrida.
Takahata es diferente. El realismo crudo y duro de su "Tumba de las luciérnagas" es difícil de digerir para alguien que ha crecido con Disney o Pixar, incluso para quien entiende que el cine de animación no tiene por que ser siempre un producto infantil. No lo era antes de Disney (todo lo contrario) y finalmente, en los últimos 20 años, ha empezado a liberarse de la influencia disneyana, hasta convertirse hoy en el género donde más se experimenta a nivel estético.

"El cuento de la princesa Kaguya" de Takahata tiene la misma delicadeza y el mismo simbolismo del cuento tradicional del que procede. No es lo fantástico que aquí te enamora, sino todo lo demás. Es la nostalgia de Kaguya, es la torpeza de quien la rodea, de quien no sabe cómo quererla y para hacerla feliz termina construyéndole una jaula. Y desde luego te enamoran los dibujos, te enamora la figura de Kaguya, que Takahata parece perseguir con trazos rápidos que se mueven y se transforman en todo momento, como si su resplandor y su vitalidad fueran incontenibles, como si fuera imposible agarrarla, definirla en una sola imagen y decir: ya está, te tengo. A Kaguya nadie la puede tener, ni siquiera su creador.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Andrea
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