En esta película, muchas escenas de lírica de los recursos electrónicos usados en la música la hacen con una propuesta recuperable dentro del bagaje comercial, en donde la capacidad de imaginar historias se ve muy limitada, que por lo menos parecería con cierta inocencia de planteamientos que caen el la exageración, no tanto por la imposibilidad de que suceda, sino al contrario, por la ya arraigada creencia de occidente de cosas parecidas, aunque sea de manera indirecta, por la privación en forma de incapacidad de adquisición de tecnologías que sostiene la vida, así como el control de los granos por una empresa multinacional que tiene dirección y espacio en los periódicos con toda su polémica. No resulta de actualidad, más bien se centra en el melodrama, con una pletórica Sarah Brightman en medio del show.