En Mare of Eastown nos encontramos una serie perfectamente dirigida y hecha a la medida de su protagonista: que no es otra que una inmensa Kate Winslet.

Estos papeles de personas corrientes, abatidas por la vida, son los más complejos. Con sus arrugas y sus matices, veraces, 'sin maquillar'.

No hay un gesto, movimiento, sonrisa, carcajada, ni mirada de más en esta interpretación, todo esta hecho en su justa medida, para naturalizar a un personaje sin caer en lo grotesco y sobreactuado. Esa es la línea tan fina que nos enamora y desenamora de un personaje, que nos invita a quedarnos. Acompañar a esta detective, madre y mujer divorciada que no solo carga con la responsabilidad de un pueblo a cuestas. Llevarnos más allá de sus complejos casos: de puertas para dentro; su estructura y drama familiar y las interrelaciones con los habitantes de esta pequeña comunidad, desde los amigos más cercanos a vecinos de diferente complejidad que le exigen y juzgan a diario. Las miserias y convencionalismos que fluctúan en este aparente anodino pueblo que es Easttown.

Este contexto social nos sirve de nexo para un reparto coral de primer nivel, donde interactúan diferentes historias dotadas del mismo respeto y complejidad. Cabe destacar a Julianne Nicholson (Lori Ross, mejor amiga) y Jean Smart (Helen, su madre), con las responsabilidad de los personajes más maduros: Que grandes momentos nos brinda la arrolladora química entre madre e hija, regalándonos situaciones de maravillosa comicidad y humor contagioso, siempre en su justa medida.

Mencionar también el buen hacer de su compañero Colin Zabel interpretado por Evan Peters que sabe estar a la altura de las circunstancias, y unos personajes secundarios muy veraces e intensos como el del adolescente Jack Mulhern que ayudan a reforzar la historia.

Es por esto que independientemente de la materia criminal que nos acontece y sirve de eje de esta historia, nos encontramos un drama humano de alta categoría. Quizás en términos de género policial esta serie no se reinventa, pero lo hace con tensión, interés y la debida inteligencia, sin tomar el pelo al espectador, presentando diferentes interrogantes que confunden y juegan con la reflexión del que observa, sobre los eternos prejuicos y estereotipos sociales.

Todos estos sucesos desembocan y se justifican en una resolución final, que puede ser más o menos sorprendente pero que pone sobre la mesa una problemática tan antigua como actual.